En la Rusia de Vladimir Putin, el simple hecho de amar puede convertirse en un acto de resistencia. Las personas LGTBI+ viven bajo un clima de miedo, represión y censura institucionalizada, donde la identidad personal y la orientación sexual son vigiladas, silenciadas y, en muchos casos, castigadas. Lo que en gran parte de Europa Occidental se da por sentado —como el derecho a vivir libremente la orientación o identidad de género— en Rusia se ha convertido en motivo de persecución. El país ha reforzado en los últimos años un marco legal y político abiertamente homófobo, revelando con claridad que no se trata de una democracia real, sino de un régimen autoritario con tintes cada vez más represivos.
La historia reciente de la represión LGTBI+ en Rusia tiene un punto de inflexión en 2013, cuando el gobierno aprobó la infame ley contra la “propaganda homosexual”. Esta ley prohibía la difusión de cualquier contenido que pudiera considerarse una “promoción de relaciones sexuales no tradicionales” frente a menores. En la práctica, significó la censura total de la existencia LGTBI+ en espacios públicos, medios de comunicación, educación y cultura. Las marchas del Orgullo fueron prohibidas o violentamente reprimidas, activistas fueron arrestados, organizaciones clausuradas, y se creó un ambiente de sospecha y odio social hacia cualquier forma de disidencia sexual o de género.
En 2022, en plena oleada represiva tras la invasión de Ucrania, Rusia endureció aún más esta legislación, extendiendo la prohibición a cualquier tipo de “propaganda LGTBI+” para toda la población, no solo menores. Esto abarca desde libros o películas con personajes LGTBI+, hasta perfiles en redes sociales, publicaciones artísticas o incluso el uso de banderas arcoíris. En 2023, el Tribunal Supremo fue más allá y declaró al “movimiento LGTBI internacional” como una organización extremista, equiparándolo con grupos terroristas como ISIS. Esta sentencia permite detener, multar y encarcelar a personas por el simple hecho de identificarse como LGTBI+.
Esta persecución sistemática no es una política aislada. Forma parte de una estrategia autoritaria más amplia que Rusia lleva décadas desarrollando. Putin ha construido un régimen que se presenta como defensor de los “valores tradicionales” frente a un Occidente que acusa de decadente y corrupto. En esa narrativa, el colectivo LGTBI+ ha sido convertido en chivo expiatorio, símbolo de una supuesta amenaza moral y cultural que debe ser erradicada para preservar la “identidad rusa”.
Todo esto demuestra con crudeza que Rusia no puede ser considerada una democracia real. No existen libertades civiles plenas, no hay separación efectiva de poderes, los medios están controlados o silenciados, la oposición política es perseguida —como muestran los casos de Alexéi Navalni o Boris Nemtsov— y las minorías, especialmente las sexuales, son reprimidas. Las democracias verdaderas se miden por cómo protegen a sus minorías, no solo por celebrar elecciones. En Rusia, las urnas existen, pero no hay libertad.
Lo más inquietante es que este tipo de persecución no es exclusiva de Rusia. En algunos países de la Unión Europea se están adoptando políticas similares, lo que pone en riesgo los fundamentos democráticos del proyecto europeo. En Hungría, el gobierno de Viktor Orbán aprobó en 2021 una ley muy similar a la rusa que prohíbe mostrar contenidos LGTBI+ en escuelas y medios dirigidos a menores. En Polonia, durante años han existido “zonas libres de ideología LGTB”, con el apoyo de gobiernos locales ultraconservadores y el respaldo tácito del partido gobernante Ley y Justicia (PiS). En ambos países, los derechos LGTBI+ han sido utilizados como moneda política para reforzar nacionalismos excluyentes y discursos de odio.
Aunque las instituciones europeas han reaccionado con denuncias y procedimientos sancionadores, la presión no ha sido suficiente para frenar estas derivas autoritarias. Esto plantea preguntas incómodas: ¿puede una democracia tolerar dentro de sí gobiernos que persiguen a sus propias minorías? ¿Qué significa pertenecer a la Unión Europea si se vulneran sistemáticamente los derechos humanos?
La historia de la persecución LGTBI+ en Rusia es, en realidad, una advertencia para el resto del mundo. Lo que comienza con leyes que prohíben hablar puede terminar en leyes que permiten encarcelar, y lo que parece solo simbólico puede volverse letal. La represión no es solo legal o policial: es también social, cultural, y profundamente psicológica. Vivir con miedo a ser tú mismo, ocultar tu amor, tu identidad, tus palabras… eso también es violencia.
En un mundo donde los discursos de odio crecen y las libertades retroceden, la lucha por los derechos LGTBI+ no es solo una lucha sectorial. Es una lucha por la democracia, por la dignidad y por el derecho a existir.
Fuentes:
- Human Rights Watch – Russia: New Anti-LGBT Law an Affront to Human Rights, 2022
- Amnistía Internacional – Persecución de la comunidad LGTBI+ en Rusia, informes 2023
- The Moscow Times – Russia Declares LGBT Movement as Extremist, noviembre 2023
- Parlamento Europeo – Resolución sobre la ley húngara que discrimina a personas LGTBIQ, 2021
- ILGA-Europe – Annual Review of the Human Rights Situation of LGBTI People in Europe, 2023