La finalidad del trabajo escolar no es otro que un aprendizaje que potencie el desarrollo integral de los alumnos y alumnas. Un proceso que debe contemplar los cuatro ámbitos señalados por el Informe Delors: aprender a ser, aprender a conocer, aprender a hacer y aprender a convivir. Para lograrlo es necesario un clima de convivencia pacífica y democrática. No obstante, hay fenómenos como el ‘bullying’, o maltrato entre iguales, que lo perturban o imposibilitan», explica Visitación Pereda, profesora del departamento de Pedagogía y coordinadora de Formación Continua de la Universidad de Deusto.
El ‘bullying’ hace referencia a un tipo de relaciones sociales entre estudiantes, en el que una persona o un grupo ejerce un poder abusivo y perverso sobre otra a quien le resulta muy difícil defenderse. Se construye bajo un esquema de dominio-sumisión e incluye esquemas rígidos de pautas a seguir. Diversos estudios han pretendido describir el perfil del agresor y de la víctima. Ésta, con frecuencia, goza de una baja popularidad entre sus compañeros y compañeras, padece miedo, baja autoestima y tendencia a la depresión. Además, tiene dificultades en la comunicación, falta de seguridad en sí misma y suele interpretar que el problema está dentro de ella. «Aunque esta violencia es injustificada, en algunos casos, las víctimas incluso llegan a pensar que se lo merecen por lo que no cuentan su situación a otras personas», explica esta profesora universitaria.
Por su parte, el agresor o agresora suele gozar de mayor popularidad entre sus compañeros, a muchos les impone respeto y a otros miedos. Está convencido de que puede ejercer el abuso de poder a través de la agresión. No siente empatía hacia los sentimientos de los demás, ya que interpreta que su comportamiento está justificado por la provocación de los otros. La falta de culpa le impide restituir o reconocer sus actos. Además, tiene dificultad en el control de la ira, en su autocontrol y, en general, en las habilidades sociales para saber convivir en sociedad.
Pero tan importante como son estos dos agentes en el fenómeno del ‘bullying’ es también el rol que juegan los testigos de estos abusos, que pueden adoptar diferentes formas. En efecto, los malos tratos pueden ser físicos, como empujones, patadas, golpes; verbales, como insultos o motes; psicológicos, mediante burlas y amenazas; o de tipo relacional, como ‘dar de lado’, aislar o invisibilizar a ese compañero/a. Mientras que los chicos suelen desarrollar formas de violencia más físicas, entre las chicas es más frecuente el uso de la violencia verbal y de exclusión. Diversas investigaciones han demostrado que, mantenido de forma prolongada, el ‘bullying’ da lugar a procesos de victimización, provocando un deterioro psicológico de la personalidad de la víctima y deterioro moral del agresor.
El valor de la educación Son diversos los enfoques y modelos de intervención que existen relacionados con el ‘bullying’. Cada uno de ellos adopta una perspectiva propia, que puede ir desde la conducta individual, la comunidad o los vínculos interpersonales hasta la dinámica global de los centros. No obstante, las estrategias más adecuadas ante este problema son las referidas a la prevención.
Tal y como apuntan los expertos, ésta se consigue con el fomento de una cultura democrática y participativa en los centros. «Hay que construir auténticas comunidades de aprendizaje, impulsar la comunicación y respeto por las normas, tanto como la empatía y tolerancia con los demás.
Se impone una educación que atienda a los sentimientos, emociones y valores y no sólo a los conocimientos», recomienda Pereda, a la vez que señala que ya han surgido diferentes programas con esa vocación, como ‘Educar para la Convivencia y la Paz’ y ‘Habilidades para la Vida’, impulsados por el Departamento de Educación de Gobierno Vasco.