El fascismo que regresa

0 2.021

El fascismo no es un espectro del pasado que duerme tranquilo en los libros de historia. Es una herida abierta del siglo XX que, lejos de cerrarse, parece latir de nuevo en las ansiedades de nuestras sociedades contemporáneas. Conviene recordarlo con rigor, pero también con crítica, porque su retorno —aunque con otros disfraces— amenaza con normalizarse, especialmente entre los más jóvenes.

El fascismo surgió de una crisis múltiple. Tras la Primera Guerra Mundial, Europa quedó devastada: economías en ruinas, millones de muertos, instituciones democráticas débiles, y sociedades que no encontraban respuestas a sus dolores. La humillación nacional (Versalles en Alemania, las “victorias mutiladas” en Italia), el miedo a la revolución socialista y el resentimiento social fueron combustible de un fuego que prometía redención a través del orden, la violencia y la unidad.

No menos importantes fueron los mitos y la estética: uniformes, desfiles, símbolos grandilocuentes. El fascismo sedujo tanto con bayonetas como con banderas. El relato de la “grandeza perdida” y la promesa de regeneración nacional eran más poderosos que los programas económicos o jurídicos. Así, Mussolini en Italia y Hitler en Alemania lograron convertir el malestar en fanatismo colectivo.

Si bien cada fascismo tuvo matices —el corporativismo italiano, el racismo genocida del nazismo, el nacionalcatolicismo del franquismo—, todos compartieron un núcleo común: ultranacionalismo, odio al pluralismo, culto al líder, desprecio por la democracia liberal y violencia sistemática contra minorías y disidentes.

El siglo XX demostró hasta dónde podían llegar estas ideas: la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto, millones de muertos, represión cultural y social. La humanidad aprendió entonces que el fascismo no era solo una opción política más, sino un abismo.

El impacto del fascismo aún se siente. Las instituciones internacionales de derechos humanos, la Unión Europea, el antifascismo como memoria colectiva, son reacciones directas contra esa experiencia. Sin embargo, la memoria histórica se erosiona. Una parte de la juventud percibe el fascismo como un fenómeno lejano, “historia de abuelos”, sin captar sus resonancias actuales. Este olvido facilita que símbolos, discursos y actitudes fascistas reaparezcan con naturalidad en redes sociales y discursos políticos.

Hoy, el fascismo regresa con otras máscaras: nacionalismo populista, xenofobia digitalizada, negacionismo histórico, discursos de odio disfrazados de “libertad de expresión”. Entre los jóvenes, el fenómeno se alimenta de varias grietas: precariedad laboral, crisis ecológica, falta de horizontes vitales, decepción con la política tradicional, saturación de información y algoritmos que premian la indignación.

Los mismos elementos que en el pasado ofrecieron consuelo —orden, comunidad homogénea, chivos expiatorios— ahora se reproducen en memes, canales de Telegram o discursos de youtubers. La estética sigue siendo clave: ya no es el desfile, sino la viralidad; no es el uniforme, sino la ironía digital que trivializa la violencia.

El resurgir del fascismo no debe sorprendernos: es el síntoma de un malestar social profundo. Pero precisamente por eso, la crítica no puede limitarse a condenar. Debe interrogar también a nuestras democracias: ¿por qué amplios sectores juveniles encuentran más atractiva la promesa autoritaria que las instituciones que deberían protegerlos? ¿Qué responsabilidad tienen las élites políticas, económicas y culturales en la pérdida de confianza en la democracia?

La crítica al fascismo no puede ser solo memoria moral; debe ser también autocrítica de nuestras democracias. Si no resolvemos la desigualdad, la precariedad y la falta de sentido, otros lo harán con recetas de odio.

El fascismo no es solo un capítulo cerrado, sino un riesgo latente. No basta con denunciarlo: debemos comprender por qué vuelve, qué vacíos llena, y qué alternativas democráticas somos capaces de ofrecer. De lo contrario, las nuevas generaciones podrían terminar repitiendo viejas tragedias con nuevas tecnologías. La historia no se repite exactamente, pero los errores sí.


Fuentes consultadas

  • “The Rise of Fascism” – Lumen Learning.
  • “Causes and Impact of Fascism in Europe” – Scientiaeducare.
  • “Fascism: Later Developments” – Encyclopaedia Britannica.
  • “Neo-fascism” – Wikipedia.
  • Ayers, A. J. (2023). The Long Crisis of Neoliberal Capitalist Accumulation and Spectre of Neofascism. SAGE Journals.
  • “Why is Fascism Growing?” – Countercurrents (2024).

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