A veces parece que el Mediterráneo tiene dos caras. En verano lo vemos tranquilo, azul intenso, invitando a nadar. Pero basta con que llegue el otoño para que esa calma se transforme en algo brutal: lluvias que no cesan, calles convertidas en ríos y pueblos enteros bajo el agua. ¿Cómo es posible que un cielo despejado se rompa en pocas horas y descargue toda su furia sobre el este de España? La respuesta está en fenómenos como las DANAs.
Imagínate que la atmósfera es como una enorme manta de aire que rodea el planeta. Normalmente, ese aire se mueve en capas, con corrientes que viajan de oeste a este. Pero a veces, esas corrientes se deforman, se doblan, y terminan dejando un “trozo de aire frío” aislado a gran altura. Eso es lo que los meteorólogos llaman Depresión Aislada en Niveles Altos, o DANA.
Ese aire frío en altura es como echar un cubito de hielo en una sopa caliente: de inmediato provoca un choque. Y si debajo está el Mediterráneo, que aún guarda el calor acumulado del verano, la mezcla se vuelve explosiva. El agua del mar se evapora rápidamente, asciende, y al encontrarse con el aire frío se condensa formando nubes gigantescas cargadas de lluvia.
El resultado son tormentas intensas que pueden durar horas, incluso días. No se trata de “llover mucho” a lo largo del tiempo, sino de que caiga en una sola tarde lo que normalmente llueve en meses. El terreno, incapaz de absorber tanta agua, se satura y las ciudades, con su asfalto y alcantarillado limitado, se inundan en cuestión de minutos.
Seguro que has visto imágenes de coches flotando por calles convertidas en ríos, personas rescatadas en lanchas en plena ciudad o casas arrasadas por el agua. Eso no es una película: es lo que ocurre cuando una DANA descarga en el litoral valenciano, murciano o andaluz.
Aquí es donde entra el cambio climático. Con cada verano más cálido, el mar Mediterráneo acumula más calor. Esa “energía extra” significa que cuando llega una DANA, tiene un combustible mucho mayor para crear tormentas extremas. En los últimos años, los registros muestran que la superficie del Mediterráneo está alcanzando temperaturas récord, y con ello aumenta la frecuencia e intensidad de estos episodios.
Los expertos del IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) advierten que fenómenos como las DANAs no son nuevos, pero sí se están volviendo más extremos. Más calor en el mar y en el aire significa más vapor, más condensación y, en consecuencia, lluvias más violentas. Dicho de otro modo: el cambio climático no inventa las tormentas, pero las hace mucho más peligrosas.
Cada otoño vemos cómo estas tormentas golpean diferentes puntos de la costa. En 2019, por ejemplo, la Vega Baja del Segura sufrió una de las inundaciones más graves en décadas: ríos desbordados, más de 6.000 evacuados y daños millonarios. En 2022, el Mediterráneo volvió a arder en noticias por lluvias torrenciales que en pocas horas dejaron ciudades enteras bajo el agua.
Detrás de cada cifra hay historias reales: adolescentes que no pueden ir a clase porque su instituto está inundado, familias que pierden sus casas, agricultores que ven cómo el agua arruina su cosecha en cuestión de minutos. Esa es la cara más dura de un fenómeno meteorológico que cada vez golpea con más fuerza.
Como jóvenes, tenemos un papel en esta historia. No podemos evitar que existan las DANAs, pero sí podemos aprender cómo se forman, entender su relación con el cambio climático y exigir medidas para reducir riesgos. Hablamos de mejores infraestructuras, planes de emergencia efectivos y, sobre todo, una lucha real contra el calentamiento global.
Cada vez que vemos imágenes de inundaciones en el Mediterráneo deberíamos recordar que no son simples “cosas del tiempo”. Son señales de que el clima está cambiando y de que, si no actuamos, lo que hoy son episodios “extraordinarios” podrían convertirse en rutina.
Las DANAs son como capítulos de un libro de acción meteorológica, donde el Mediterráneo pasa de ser un mar tranquilo a un mar furioso. El problema es que el cambio climático está escribiendo los capítulos cada vez más intensos. La atmósfera, el mar y el calor extra son los ingredientes; el resultado, tormentas devastadoras que nos recuerdan lo vulnerables que somos.
Entender cómo funcionan no es solo cuestión de ciencia, es cuestión de supervivencia. Porque en un futuro cada vez más cálido, el cielo roto del Mediterráneo será un desafío que tendremos que aprender a enfrentar juntos.
Fuentes consultadas
- Agencia Estatal de Meteorología (AEMET). Qué es una DANA.
- IPCC (2023). Informe sobre el cambio climático y fenómenos extremos.
- El País (2019). La DANA que arrasó la Vega Baja: daños históricos y miles de evacuados.
- Meteored (2022). El Mediterráneo, más cálido y con tormentas más extremas.
Imagen Jorge Zapata, EFE