Algo más que palabras

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María Pombo no necesita presentaciones. Con millones de seguidores en Instagram, contratos con grandes marcas y presencia constante en medios, se ha convertido en uno de los rostros más influyentes de España. Su capacidad de llegar a públicos jóvenes es innegable, pero precisamente ahí radica el problema: cuando alguien con semejante altavoz afirma que “la lectura está sobrevalorada”, no estamos ante una simple anécdota, sino frente a un mensaje con capacidad real de calar en miles de personas.

En un país donde solo un 52,5% de la población declara leer libros en su tiempo libre (según el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023), restarle importancia a la lectura no es inocuo. Es, de hecho, irresponsable. Porque leer no es solo “pasar páginas”: es entrenar la mente, ampliar el pensamiento crítico y abrir puertas a realidades que las redes sociales, por su inmediatez y superficialidad, rara vez ofrecen.

Lo preocupante no es que María Pombo no disfrute de los libros —cada cual elige cómo entretenerse—, sino que desde una posición de influencia normalice el desinterés cultural. Sus seguidores, en su mayoría jóvenes, absorben no solo su estilo de vestir o sus rutinas de belleza, sino también la manera en que valora (o devalúa) ciertos hábitos. Al banalizar la lectura, se refuerza una tendencia peligrosa: la idea de que formarse intelectualmente es secundario, mientras lo importante es la inmediatez del contenido y la apariencia.

Y aquí conviene abrir el foco: ¿qué generan, en realidad, la mayoría de creadores de contenido? Más allá del entretenimiento o la promoción de productos, muchos alimentan un ecosistema basado en el consumo rápido, la imagen y la inmediatez. La lógica de las redes sociales premia lo llamativo por encima de lo reflexivo, lo inmediato por encima de lo elaborado. Así, se instala una cultura que fomenta la comparación constante, la superficialidad y el deseo de pertenecer a un modelo de vida aspiracional, pero pocas veces invita a cuestionar, analizar o pensar en profundidad.

Las influencers como Pombo no son solo creadoras de contenido, son referentes sociales. Y aunque muchas insistan en que “solo comparten su vida”, lo cierto es que su discurso tiene consecuencias. La popularidad conlleva responsabilidad, y más en un ecosistema donde sus palabras se amplifican sin filtros. Por eso resulta urgente exigir a quienes ocupan estos espacios una mayor conciencia de lo que transmiten.

El caso de María Pombo revela un dilema de nuestra época: queremos influencers que entretengan, pero olvidamos que también educan —aunque no lo pretendan—. Y cuando lo que enseñan es que la lectura está sobrevalorada, el mensaje no solo empobrece el debate cultural, sino que erosiona el valor de una práctica que es clave para formar ciudadanos críticos en tiempos de desinformación.

Quizá haya llegado el momento de dejar de excusar estas declaraciones bajo el paraguas de lo “personal”. La influencia no se elige: se ejerce. Y con ella, también la responsabilidad.


Fuentes

  • Federación de Gremios de Editores de España. Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2023.
  • El País (2023). “El 35% de los españoles nunca lee un libro: el dato se estanca tras la pandemia”.
  • El Mundo (2024). “La influencer María Pombo genera polémica tras afirmar que la lectura está sobrevalorada”.

Imagen Cosmopolitan

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