Vida entre mareas

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Son las 10 de la noche y doce alumnos, que formamos parte de la clase de Ciencias de la Tierra y Medio Ambiente -CTM-, junto con nuestra profesora Heidi, acabamos de llegar a la playa de La Arnía, Liencres, emocionados y expectantes por ver lo que nos espera. Vamos a observar que pasa en una parte de la costa que al subir y bajar la marea pasa de estar alternativamente cubierta de agua a estar descubierta, es la zona “intermareal”. Nunca nos habíamos planteado el hecho de hacer una salida con el colegio a esas horas de la noche y ha sido una idea que nos ha tenido ilusionados toda la semana.

Gustavo es quien nos guiará en esta nueva aventura. Nos reparte el material necesario para poder trabajar: linternas para la cabeza y una guía con todas las posibles especies que pueden ir apareciendo tímidamente ante nosotros durante la noche.

Tras escuchar las explicaciones de Gustavo y entender un poco más sobre lo que ocurre en el intermareal: las partes que lo forman, los diferentes seres vivos que podemos encontrar y sus condiciones de vida, comenzamos nuestra experiencia.

Caminamos entre las rocas y nos detenemos a observar una de ellas cubierta de lapas y algún que otro mejillón. A continuación, descendemos por una pared casi vertical con algo de miedo pero, a su vez, decisión y emocionados por pisar una parte de la costa pocas veces visible y oculta por el mar, y es ahí cuando verdaderamente empezamos a divisar los primeros rastros de vida iluminados por nuestras linternas frontales.

Nos encontrábamos en la primera zona, denominada Supralitoral. Caminamos con cuidado, intentando no tropezar con las piedras que encontramos en nuestro camino y no resbalar con los rastros de agua que el mar ha dejado, y  vemos los primeros cangrejos, pequeños y llenos de vida, que nos recuerda lo crueles que somos cuando, en verano, los molestamos  cogiéndolos y metiéndolos en un cubo. De pronto, algo nos llama poderosamente la atención, un “alga verde”, que nos deja fascinados porque al tocarla se adhiere a nuestros dedos, ¡está viva!, es una anémona.

Tras saltar sobre unas rocas, llegamos a la zona Mesolitoral, y es allí donde un grupo de compañeros llaman la atención del resto del grupo, ¡han encontrado un pequeño pulpo de color grisáceo!, que se arrastra entre las rocas hasta que encuentra un hueco dónde esconderse. 

También, nos vemos sorprendidos, al iluminar hacia nuestros pies, por un gran bosque de algas azules que nos deja maravillados. Nunca habíamos sido conscientes de toda la belleza que se encuentra oculta bajo el mar.

Gustavo, acostumbrado a explorar la intermareal, consigue coger con ayuda de una pequeña red y mucho cuidado algunas especies, para después soltarlas, y escuchamos atentamente toda la información que nos facilita sobre esos animalillos y plantas tan fascinantes haciendo que valoremos aún más el privilegio que supone tenerlas delante de nosotros. 

Nuestro objetivo final es llegar a la zona Infralitoral, cuyo acceso es difícil, pero que no es obstáculo para los más valientes, que se aventuran a ir por el lado más complicado, mientras que el resto decidimos acceder por la zona segura. Al llegar, los compañeros adelantados nos llaman desde la distancia y, al acercarnos, descubrimos con asombro que llevan una bandeja con dos preciosas estrellas de mar, una pequeña y otra de gran tamaño, que ocupa casi toda la bandeja. La mayoría de nosotros nunca habíamos visto una estrella de mar tan cerca y mucho menos habíamos tenido la posibilidad de tocarla.

Continuamos observando todo a nuestro alrededor mientras caminamos y son muchas las especies que vemos entre las aguas que quedan en los huecos de las rocas y que brillan ante la luz de nuestras linternas, como el pez sargo que nada rápido y asustado.

Son casi las doce y media de la noche y hay que dejar la playa. El regreso en los coches tiene un sabor dulce y una sonrisa en nuestras caras. Estamos cansados por la hora pero, en silencio, vamos rememorando la experiencia y deseando llegar a clase al día siguiente para contar a nuestros compañeros lo que acabamos de vivir. 

Es impresionante la belleza y la vida que existe en zonas que nunca vemos porque están cubiertas de agua y son poco accesibles. ¡Qué importante es cuidarlas, para poder disfrutar de ellas!

Imagen de portada El Diario Montañés

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