Flavio Julio Valente, más conocido como Valens, fue emperador romano de Oriente desde el año 364 hasta su muerte en 378 d.C. Aunque gobernó la parte oriental del Imperio Romano, su figura es clave para comprender el declive general del Imperio, en particular por su papel en uno de los eventos más decisivos de la Antigüedad tardía: la batalla de Adrianópolis. Su mandato, marcado por conflictos internos, crisis migratorias y decisiones militares desastrosas, reflejó las tensiones estructurales que ya minaban la estabilidad imperial desde dentro.
Valens fue nombrado emperador por su hermano Valentiniano I, quien tomó las riendas del Imperio tras la muerte de Joviano. Mientras Valentiniano se encargaba del Imperio Occidental, Valens recibió el control de la parte oriental, con sede en Constantinopla. A diferencia de otros emperadores más carismáticos o enérgicos, Valens fue percibido por muchos como un hombre modesto, incluso débil, cuya capacidad de liderazgo fue cuestionada desde el principio. No obstante, enfrentó una época extremadamente compleja, en la que el Imperio ya mostraba signos de fragmentación institucional, debilidad militar y presiones fronterizas insoportables.
Uno de los mayores desafíos a los que se enfrentó Valens fue la creciente presión de los pueblos germánicos —especialmente los godos— en las fronteras del Danubio. En el año 376, miles de visigodos pidieron refugio dentro del Imperio, huyendo del avance de los hunos en el este de Europa. Valens, probablemente buscando reforzar su ejército con tropas auxiliares y evitar un conflicto fronterizo abierto, aceptó permitir su entrada. Sin embargo, la administración romana fue incapaz de gestionar adecuadamente la llegada masiva de refugiados: hubo abusos, corrupción y una falta total de planificación logística. La tensión estalló en rebelión cuando los godos, maltratados y hambrientos, se levantaron contra Roma.
La respuesta de Valens fue intentar sofocar la rebelión con rapidez, sin esperar los refuerzos que su sobrino Graciano, emperador de Occidente, le había prometido. Esta decisión fue fatal. En el año 378, Valens enfrentó a las fuerzas visigodas en la llanura de Adrianópolis (actual Edirne, en Turquía) en una de las batallas más desastrosas de la historia romana. El ejército imperial fue aniquilado y el propio Valens murió en combate —algunos relatos dicen que fue quemado vivo en una granja donde se había refugiado—. Esta derrota no solo supuso una pérdida masiva de tropas experimentadas, sino que dejó el camino abierto para incursiones bárbaras en territorio imperial.
La batalla de Adrianópolis marcó un punto de inflexión. Por primera vez, los romanos habían sido derrotados de forma decisiva por un ejército bárbaro dentro de sus propias fronteras. Aunque el Imperio de Oriente logró recuperarse con el tiempo, el impacto psicológico, militar y político fue profundo. Las estructuras defensivas se mostraron ineficaces, la autoridad imperial quedó debilitada y la presencia germánica dentro del Imperio se intensificó. Algunos historiadores consideran esta batalla como el principio del fin del Imperio Romano en Occidente, que caería formalmente menos de un siglo después, en 476.
Valens no fue el único responsable del declive, pero sus errores estratégicos ilustran la fragilidad de un sistema que ya no podía responder con eficacia a las amenazas externas ni gestionar su compleja diversidad interna. Su reinado demuestra cómo las decisiones de un solo hombre, en un momento crítico, pueden acelerar procesos históricos de larga duración. Con él, Roma cruzó una línea que ya no podría desandar.
Fuentes:
- Heather, Peter. The Fall of the Roman Empire: A New History. Oxford University Press, 2006.
- Goldsworthy, Adrian. How Rome Fell: Death of a Superpower. Yale University Press, 2009.
- Ammianus Marcellinus. Res Gestae, Libros 26-31.
- Gibbon, Edward. The History of the Decline and Fall of the Roman Empire. (ediciones varias).
- Southern, Pat. The Roman Empire from Severus to Constantine. Routledge, 2001.