El tren es un medio de transporte tan antiguo como popular, ha pasado por multitud de formas y sistemas, pero siempre con un denominador común: es muy popular.
Los trenes de cercanías tienen horarios muy habituales; del orden de cada media hora, y, aunque no es un medio muy rápido, es habitual que haya algunos trenes que consiguen mayor velocidad saltando aquellas paradas que son menos relevantes. Y si es por precio, hay diversas tarjetas y promociones que nos aseguran precios más flexibles. No contamina en absoluto al usar electricidad para su movimiento –hablamos en España- . Dicho así, parece el medio de transporte perfecto, pero entonces yo me hago una pregunta: ¿Por qué lo tenemos hecho una autentica basura?
No voy a hablar de Extremadura; probablemente la gente de allí estará todavía más enfadada que yo con este asunto; pero es que, a pesar de tener líneas electrificadas, los trenes de Cantabria no son ni de lejos el paraíso; la empresa que con anterioridad operó bajo la marca FEVE, que por orden estatal sería unida a RENFE actuando así como subsidiaria (Bajo la marca RENFE-FEVE) no se ha caracterizado en los últimos tiempos por ofrecer el servicio que debería: y sorprenden cosas como las que nos comenta Juan Ramón Carrancio (Diputado independiente en el parlamento de Cantabria), y cito textualmente: ‘Todos los trenes usados en las líneas de cercanías que hoy operan bajo la marca RENFE FEVE (Las series 2600, 2700 y 3800 son las más normales en Cantabria) son comprados de segunda mano a otros países Europeos; reacondicionados en la medida de lo posible y puestos a circular; nos chocan estas declaraciones; cuando estos trenes son en su mayoría fabricados en España por CAF (Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles) y en algunos casos la chapa realizada por Sunsundegui; otra empresa española dedicada al carrozado.
Para empezar; los trenes los vendemos al extranjero, los usan; después los recompramos a países de Europa; los reacondicionamos y los usamos, tampoco son los trenes el único producto en el que hacemos este curioso ciclo; pero es destacable que nosotros produzcamos algo que luego usamos de segunda mano.
En la vertiente de mantenimiento también somos muy poco de segunda mano; ni de primera, ya que el mantenimiento es… escaso. Varios trenes están llenos de grafitis, y no será porque no haya medios para limpiarlos; en la misma estación de Santander hay diversos sistemas dedicados a la limpieza (similares a las máquinas de grandes rodillos que limpian el coche), todos ellos en pésimas condiciones; de no haber sido usados ni cambiados en mucho tiempo. No obstante, y es que hay cosas buenas, no se nota la misma dejadez dentro de los trenes, aunque es cierto que a veces hay basura (una bolsa de snacks o algo similar), no es nada llamativo ni mucho menos, y es bastante común ver como el departamento ejecutivo de limpieza se mete en los trenes para ponerlos a punto en cuestión de minutos.
Entended lo que digo, ya no solo pensemos en el desbarajuste que propicia un tren parado en mitad de una vía; sino en que ese señor no fue capaz de lograr desactivar el freno de forma normal, que es metiendo una llave tipo Allen, porque el sistema de dentro estaba desencajado, es decir, el agujero del plástico no coincidía con el lugar interno en el que entraba la llave.
Una vez más las consecuencias iban más allá de lo que se ve a simple vista: el maquinista, en un movimiento lógico, frena en cada lugar de la vía en que cruza una carretera, frena en cada lugar que hay una estación, y no puede coger a velocidad óptima (90KM/h) por que no le daría margen para frenar. Esto son retrasos, un trayecto de 40 minutos se convirtió en un infierno de más de hora y media para cubrir un viaje de unos 25 kilómetros, nosotros íbamos al cine, el resto de personas, quizás algo más importante: suponemos que el resto de trayectos del día también sufrirían retrasos similares.
Y para terminar, una pena no tener material, llega el día en que, estando detenidos en la estación de Cazoña (Dos paradas después estaba Santander) el tren se detiene, tras varias pasadas por el interior, el maquinista decide desistir y pedir a la central de Santander un tren que remolcase el nuestro: cuando este llega, y tras dos intentos infructuosos de enganchar ambos trenes, nos remolcan tan solo unos metros después, el tren comienza a echar humo, que se vuelve intenso, hasta que todos los pasajeros se ven obligados en la siguiente estación a abandonar el tren.
No es la situación ferroviaria cántabra tan precaria como la de Extremadura; pero si algo tenemos son los ingredientes adecuados para caer en el abandono por parte tanto de RENFE-FEVE como de ADIF. Y si no te importa recuerda lo que hemos hablado al principio: el tren es el medio de transporte perfecto.
Imagen Lucas Criado, portada El diario Montañés