Cicerón, que era un visionario, ya dijo en tiempos de la vieja Roma, aquello de “Quosque tandem Catilina abutere patientia nostra?”. Traducido a los tiempos actuales, algo así como ¿hasta donde nos llegará la paciencia?, o, siendo más cheli, no se cuanto tiempo aguantaremos que nos toquen los… El último acto, de momento, de este sainete que llamamos España ha estado protagonizado por ese fenómeno que es Álvarez Pallete (que sigue los derroteroslaborales del inefable Cesar Alierta.
El y su equipo han comunicado en estos días su intención de proceder al despido, sin prisa, de parte de los 20.000 trabajadores en Telefónica España, lo que significa casi un 20% de la plantilla, sin prisa pero sin pausa, al mismo tiempo que comunicaba a la CNMV la convocatoria de una junta general de accionistas, en la que la compañía pretende aprobar un bonus (una paga extra para millonarios) de 450 millones de euros, a repartir entre 1.600 directivos, si cumplen con los objetivos que ellos mismos se van a fijar, que para que andarse con tonterías de control externo. Cierto es que las cosas nunca son blancas o negras, y que hay que evitar caer en maniqueísmos de obreros explotados, y empresarios depravados. Pero es que hay cosas que se hacen insufribles. De un lado, no hay que cegarse con las frías cifras de titular con las que sé pretende simplificar todo y manipular a la gente.
Si Telefónica ha ganado en el último ejercicio 10.000 millones de euros, o lo que es lo mismo, un 30% más que en el precedente. Cantidades que, por si solas, harían incomprensible una reducción de empleo tan salvaje como la propuesta. Sin embargo, una atenta mirada a las cuentas públicas de la compañía de telecomunicaciones, nos advierten de la difícil situación que esta por llegar. En realidad Telefónica es un conglomerado de empresas, de las cuales Telefónica España, el negocio matriz, especialmente dedicado a la telefonía fija, empieza a dar síntomas de agotamiento. En el último año, la parte española ha disminuido sus ingresos un 5% hasta los 18.711 millones de euros respecto a 2022. Lo mismo ha ocurrido con los beneficios antes de impuestos, que con 8.500 millones de euros se reduce en un 12,5%, lo mismo que el resultado global, que lo hace en un 17,7%. Datos todos ellos que a puntan a una realidad ya vislumbrada desde hace tiempo. La competencia esta rebanando las cuentas de clientes de la multinacional, especialmente en España, y especialmente en telefonía fija, en cable y en servicios de empresa. A lo que la compañía ha respondido con campañas agresivas y recortes de cuotas, pese a lo cual sigue siendo poco competitiva en precios.
La única solución que se les ha ocurrido es recurrir al pensamiento clásico, reducir costes laborales e incentivar a los directivos. Y todo ello para evitar que los diez mil actuales de beneficio, se conviertan, en cuatro días, en tres mil de perdidas. Pero dicho eso, que es así, una lectura aun más atenta, y con los dos pies fuera del mercado, revela otras consideraciones. Es esta una compañía de servicios, donde el factor humano es el más relevante, hasta en el tema de costes, y son estos, por tanto los primeros en ser sacrificados cuando hay problemas, porque es el capítulo más oneroso en este tipo de empresas, que, además, al ser tecnológicas son las que lo tienen más fácil para sustituir trabajadores. Pero se olvida, y también a los analistas, que el factor trabajo también incluye a los directivos, que juegan con la reducción de costes, partiendo del axioma de que eso, no les afecta a ellos. Dejando de lado que Pallete se ha pasado por el arco de triunfo la petición de Yolanda Diaz, en la última reunión de grandes empresarios, de evitar despidos en empresas con beneficios, la solución aplicada esconde otros dos elementos perversos. La reducción de costes provocará una mejora sustancial de las ratios de la compañía, lo que elevará el valor de la acción y su valor de mercado, con lo que los directivos justificarán que han mejorado a la compañía y cobrarán el bonus, cuando, es posible, la mejora de la empresa no se deberá a medidas tomadas por ellos, sino a esa situación de menos nóminas, que ellos han decidido. De otro lado, la inmoralidad radica en endosarnos a todos los españoles esos costes que ellos no quieren, obligándonos a pagar, en forma de prejubilaciones, subsidios o incentivos al empleo, una generosa factura, vía impuestos. En el fondo estamos asistiendo a un ejemplo más de ese capitalismo salvaje que nos ha llevado a donde estamos. De momento, el presidente in pectore, Sánchez, ha dicho que no le gusta la decisión. Lo que no sabe muy bien si es un ejercicio de diplomacia, de debilidad o de lavatorio de manos.