A estas alturas, me imagino que todo el mundo habrá escuchado, en directo o diferido, las terribles palabras pronunciadas por Miguel Ángel Revilla en una tertulia radiofónica en las que valoraban al Racing. Nuestro peculiar presidente, me imagino que impulsado por un ambiente que supo, en torno a una surtida mesa, potenciar sus debilidades e incontinencias, rajo de lo lindo contra la plantilla del Racing en los delicados momentos del transito de entrenadores, de Mandia a Portugal.
El que el presidente del gobierno tachara a media plantilla, sino más, de vagos, decadentes y faltos de honor fue recibido con numerosas, pero contenidas, críticas contra su actitud, calificada de inoportuna, exagerada, sacrílega, inconveniente o perjudicial para nuestro futuro como pueblo libre. Contenida, eso si. La plantilla lanzó un comunicado de desaprobación (lo contrario hubiera sido darle la razón), el presi lanzo un comunicado frío, enigmático y ambiguo, para aclarar lo dicho, y la radios y periódicos tuvieron algo que decir durante unos días, al margen de las tonterías habituales.
Como han pasado unas semanas, y el tema, ya casi en el olvido, se ve sin pasión, quizá podamos reflexionar sobre él. Convendría convenir que, por más que algunos se esfuercen en alentar lo contrario, porque les viene bien para el negocio, los clubs de futbol no son parte de nuestra alma, ni de nuestra identidad nacional, solo son empresas de ocio, en las cuales se mueve mucho dinero, y mucha influencia y poder, pero que como empresas, deben atenerse a las reglas del mercado, o al menos a las reglas que sufren las demás. Colores, sentimientos y zarandajas varias a parte, los clubs de futbol son de las pocas empresas, si es que hay más, que no sufren eres, ni despidos a razón de 45 días de sueldo por año trabajado. Son las únicas en las que los empresarios, los de los grandes equipos, se juegan poco más que el honor y el reconocimiento social, porque el dinero nadie ha demostrado que le pierdan. Son las únicas a las que el estado, ese que representa Revilla, enchufan dinero de forma persistente, continua e incontrolada, más que a los bancos, que ya es decir, y encima, después de múltiples y continuados regalos, se les perdona sus cargas fiscales y sus obligaciones empresariales. Ahora que todo el mundo habla de la crisis, y ella se ha convertido en tema recurrente, no esta de más recordar que parte del dinero que podría invertirse en infraestructuras, en ayudas sociales o simplemente en el deporte base, entendido como una educación social y colectiva, se dilapida en empresas privadas, algunos de cuyos trabajadores cobran cantidades desproporcionadas, en comparación con los de otros sectores, sin que aparezcan ni siquiera por los campos de entrenamiento. No conozco otro negocio en el que fallar y no obtener resultados carezca de trascendencia, en términos generales, porque siempre esta el coche escoba del estado para pagar deudas, regalar dinero o perdonar impuestos. Regatear la ayuda a una inmigrante, cortar el seguro de paro a un padre o una madre de familia, porque la ley establece un límite o embargar a una PIME por deber 1000 euros, y actuar con impunidad consentida en el caso de los equipos de futbol (y baloncesto…), me parece inmoral. Y en ese contexto, que el presidente del gobierno que paga, apoya y achica el agua de una de esas empresa privilegiadas, se permita criticar en público a quienes comiendo de su bolsillo (más bien el de todos), ni siquiera cumplen con los objetivos que ellos mismos de han impuesto, me parece lo mínimo.
Hay cosas evidentes, no todo se reduce a dinero, y hay elementos de nuestra vida que deben ser apoyados por su simbolismo, porque su existencia nos coloca por encima de la mera naturaleza y nos proporcionan identidad. La cultura, el arte, los símbolos de nuestra existencia colectiva y nuestros valores. Pero todo tiene un límite, hasta la vida, y no podemos anteponer el mantenimiento de un escudo a las necesidades reales de la gente, que hoy son muchas. No debemos, no podemos transmitir el mensaje de que despreciamos a quienes no van de corto y dan patadas a un balón. No podemos decir que el Racing es sagrado, pero que si una empresa de laminados, con 20 trabajadores, no paga sus impuestos un inspector de hacienda ira a por ella como un lobo hambriento.
Con todo lo más triste no es eso. Esta semana, el amigo Barbero, el sin par presentador de los programas regionales deportivos de onda cero, hablaba del Racing en su programa de las 3, que es cuando yo suelo comer a la salida de clase, en términos que ni Revilla habría osado. El periodista explicaba a sus oyentes que realmente, el Racing había este año gastado dinero para crear un equipo competitivo, incluso trayendo a jugadores jóvenes de equipos grandes (por lo visto un tal Henrique, del Barcelona, entre ellos), pero que había pagado por angulas y le habían dado gulas. Vamos, que llamó a media plantilla morralla, saldo, mierdecilla deportiva y vagos de lujo. Pero eso no tiene importancia, él, como todo periodista, es como los equipos de futbol, un ente superior a la realidad, ajeno a las reglas y la razón, lejano a la critica y la responsabilidad, al contrario que Revilla, intocable.