Recuerdos para olvidar

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Hay gente que vive de espaldas, como los de la foto. Unos novios, un cura, una tumba a la derecha, y en el aire el olvido. Un olvido que deja entrever formas humanas y que sigue envolviendo España desde hace décadas.

Este fin de semana ha habido concentraciones y rezos por Franco en el Valle de los Caídos, una inmensa basílica erigida en honor de los vencedores de la guerra civil en Madrid. Como cada año, varios cientos de franquistas se han dirigido para honrar a su líder, mientras otros tantos han visitado el lugar para honrar a sus muertos, asesinados por orden de aquel. Mientras, en el centro de Madrid, la parroquia de San Fermín de los navarros acogía a varios cientos de seguidores, en una celebración litúrgica que muchos no entendemos como ha permitido la iglesia que se convierta en un homenaje a la violencia y el desprecio a las víctimas.

La de la boda, que tuvo lugar hace unas semanas en el Valle de los Caídos, junto a la tumba del dictador, es una foto extraña, la de esta gente de espaldas al mundo y, aun peor, a la vida, a la humanidad.

Es difícil, aunque se intente, comprender como ese monumento al horror esta en pie. Sabemos que es un objetivo turístico, y una maquina de hacer dinero. No creo que su monumentalidad se vea afectada, y su gancho para japoneses alterado por que demos a esa mole otro uso. Al menos, menos partidista, más igualitario y más representativo de la pluralidad de un país que, su mayoría, rechaza la barbarie que representa y el como y a que precio fue construido, con la sangre de muchos inocentes.

No hace mucho que lo explicaba el presidente de los foros por la memoria, una agrupación de herederos de victimas que reclama la exhumación de los cadáveres de Franco y Primo de Rivera, la entrega de estos a sus familias y la conversión del lugar en un museo de la memoria. “Lo que ocurrió en los años de la posguerra exige que se conozca la verdad, que se imponga la justicia aplicando las leyes de defensa de los derechos humanos y evitando el escarnio de monumentos como este, y que se repare la memoria de los muertos, y eliminar ese monumento, con las connotaciones que tiene ahora es un primer paso”.

Hay quien ve en posturas como esta un cierto tufillo a venganza. No, la venganza fue la ejercida por los ganadores de la guerra contra sus victimas, y ese edificio es un ejemplo.

Os ahorro la molestia de ver las fotos de los actos de este fin de semana. Fotos extrañas, con jóvenes cuadrados con su camisa azul, soportando la lluvia estoicamente, y posiblemente felices, en memoria de alguien que no conocieron, que no les produjo ningún bien, y cuya memoria representa lo más ruin y perverso del alma humana. Pero pese a eso ello, ahí están, ahí siguen.

Algo falla en la exposición de la verdad, que evita que las nuevas generaciones, que jóvenes como ellos vean la realidad tan deformada, y de espaldas a valores eternos, como la verdad, la justicia, la igualdad o la caridad. Una caridad que nadie tuvo con los presos que murieron en la construcción de este mausoleo, y que suele enarbolarse como bandera identitaria de la iglesia. La iglesia, la mayoría de los asistentes a estos actos son miembros de ella.

Nunca he entendido las profundas contradicciones de la iglesia católica. Me imagino que cualquier persona de buena fe, y ajeno a la realidad española se habrá encontrado desconcertado con las palabras del cura que ofició en San Fermín de los Navarros, en la misa a mayor gloria de Franco y José Antonio.

El hombre se descolgó con una exaltada loa a la cruzada, los valores de la guerra y la necesidad de defender, a cualquier precio, lo que él llamó valores.

Lleno de dignidad, el sacerdote transmitía, en medio de una eucaristía, su compromiso (y el de sus fieles) con el culto y la custodia de los sagrados cuerpos (o algo así) de los fascistas a los que iba dedicada la asamblea, y a la defensa de los valores que ellos encarnaban. Todo dicho con mucha dignidad, mucha educación, y un punto de desafío.

No me cabe en la cabeza que en ningún lugar de Europa, a nadie se le ocurra, no solo mantener un edificio como el Valle de los Caídos, con este simbolismo en pie, si no que encima se le cuide, mantenga y rinda pleitesía. No creo que en ninguna parte de la Europa occidental se permitan actos que impunemente defienden y llaman a revivir los horrores de una guerra y una dictadura que vivió sin compasión. Ni me cabe en la cabeza que la iglesia del evangelio, la que esta al lado de los que sufren, acoja en su sagrado suelo la tumba de un militar, y encima se cuadre ante su mensaje. Una ideología cuyas vanidades personales, costaron miles de muertos, y cuarenta años de oprobio.

Deberíamos estar celebrando que hace cuarenta años renacieron las libertades en España, y sin embargo aun tenemos que oir, como hay quien la desprecia

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