Que sepas que no te olvido

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Todavía me acuerdo cuando nos sentábamos embobados, en aquella pequeña alfombra, en nuestro querido colegio, escuchando a la señorita Isabel y sus historias. Todavía recuerdo aquellos años de permanente descubrimiento, años en los que todo parecía infinito.

Años en los que a cada vuelta del pasillo aparecía una aventura. Los tiempos de admiración a los mayores del colegio, los tiempos del baloncesto en aquel patio, lloviese o nos arrastrase un huracán. Un huracán como el de aquella profesora de inglés con la que tanto descubrimos de la vida. Fueron los años en que conocí a Olalla, y nos hicimos compañeros. Es una de tantas cosas que me dio mi colegio, uno más de esos agradecimientos pendientes, la amistad que me ha acompañado en estos años.

Hemos tenido reencuentros, pero la vida va arando distancias, con fuerza, y al final, sin saber porque, vas perdiendo esos tesoros. Pero a veces, aunque sea con dolor, los reencuentras.

Hace unas semanas volví a saber de Olalla. Era un mensaje breve, como suelen ser las emociones intensas. “Hola. Tengo cáncer, me operan mañana en Valdecilla. Tengo miedo. Te echo mucho de menos”.

Han pasado tres semanas y Olalla está como una rosa. Que de eso me encargo yo y todas esas amistades que sembró en aquellos años. Tres semanas de angustia. Esas que pasan desde que la muerte te señala con el dedo, hasta que un médico te dice con una sonrisa, “si hace falta la arrancaré el dedo, pero tú te quedas con nosotros”.

Esta mañana nos hemos juntos viendo como cientos de afectadas, de familiares y de ciudadanos de buena voluntad elevaban al viento la Bandera de la Esperanza, una bandera formada por centenares de pañuelos rosas, una por cada mujer que ha sobrevivido.

La ha costado aguantar todo el acto. Esta débil, está lacerada, está preocupada, está llena de miedos, a la muerte y a la vida. Miedo a perder su trabajo, a sufrir el rechazo de su marido, a dejar en el camino su feminidad, a no poder tener hijos, al dolor de un largo tratamiento. Miedo a un mal que afecta a miles de mujeres. Un mal al que se vence, pero no sin pagar un precio muy alto. Está aterrada, pero no está vencida. Porque no está sola.

Hoy, cientos de lazos han reivindicado a la mujer, a su enfermedad y al dolor que la produce. Muchos actos han sido por dinero. Si, así de claro. Lo hacemos para recaudar dinero para investigar, para alimentar a los niños de las mujeres enfermas que han perdido su trabajo, para pagar sus hipotecas, para darles tratamiento que las alivien de la pérdida de su pelo o sus uñas, para sus fisioterapeutas, para cirugía reconstructora, para sus psicólogos, para los abogados que las defenderán cuando algún marido las cambie por una más mona, o más “sana”, para las terapias alternativas, cuando el estado no las paga. Para vivir con dignidad.  Pero también lo hacemos por amor. Para concienciar de nuestra necesaria solidaridad, para alertar sobre la importancia de la detección temprana, para pedir un mimo, una caricia, una leve sonrisa, hacía quien se ve en peligro de dejar de ser mujer, y de dejar de ser persona.

Hace unos días he asistido a una charla del doctor Marcos Cantarero, director de la Agrupación Ginecológica Española. Una charla llena de esperanza, pero llena de realismo. El cáncer de mama está aumentando, y la prevención se está quedando atrás.

Las mujeres deben saber que deben abandonar el tabaco, el alcohol, las bebidas excitantes y comidas grasas. Que es vital hacer ejercicio, que es esencial abandonar esas vidas llenas de estrés por la mala conciliación familiar. Y que es esencial la auto exploración, el controlar y aprender de tu cuerpo. Basta elevar el brazo y hacer círculos sobre el pecho, para detectar un nódulo, un pequeño bulto. Un gesto sencillo que salva vidas, y que, si lo practica tu pareja o tu madre, te da amor.

Hoy ha sido un día mágico lleno de gestos y de pasos adelante. Hoy ha sido un día para construir el futuro, para olvidar el pasado y para deciros, en presente, que os queremos. Hoy ha sido un día en el que muchos hombres las hemos susurrado al oído, que sepas que no te olvido

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