Púrpura desde Torrelavega

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Licenciado en Matemáticas, Pedagogía y Magisterio. Ha sido obispo de Ourense, arzobispo de Oviedo, Valencia y Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal en dos periodos. En 2016, fue nombrado cardenal por el papa Francisco. Se considera una persona muy agradecida y consciente de todas las oportunidades que ha tenido en su vida. Hoy disfrura de su retiro, con la conciencia de un trabajo bien hecho.

El cardenal Osoro tuvo una infancia feliz junto a su familia en Castañeda, lugar donde nació. Pero asegura que, a pesar de haber hecho muchas cosas, lo más importante para él en la vida es ser buena persona, ampliar sus horizontes e incorporar a todas las personas en su vida.

Durante su estancia en Torrelavega, en los primeros años como sacerdote se dio cuenta de que “para poder acercar a los jóvenes a la Iglesia, hay que tratarles tal y como son, no como uno quiere que sean”. Gracias a su experiencia puede confirmar que los jóvenes se entregan incondicionalmente cuando se les quiere, cuando tienen el amor de Dios.

Cree fervientemente que la actual constitución “nos ayuda a convivir, a mirarnos los unos a los otros y a respetarnos”, aún así, no niega que se deberían que retocar algunos aspectos, pero siempre teniendo muy presente lo que ha ayudado a los españoles a salir de un momento histórico difícil, lo que ha ayudado a convivir. Eso es lo más importante.

Está considerado, por sus ideas, “savia nueva” y una persona reestructuradora dentro de la Iglesia en el Vaticano, algo que él simplifica diciendo que “la Iglesia tiene que aproximarse al modo de ser, de vivir y de estar con los hombres, como lo hizo Nuestro Señor”, algo que comparte el papa Francisco. Nos anima a buscar a los que más lo necesitan, a no hacer descartes, buscar la fraternidad y fórmulas reales que hagan que los hombres podamos convivir, aun teniendo formas de pensar diferentes. Afirma que “es el abrazo de Dios el que nos cambia la vida y que tenemos que mirar a todos por igual”.

Cree que no es nadie para dar consejos, pero insistimos en que nos diga qué podemos hacer los jóvenes para mejorar y, nos confiesa que para él, “uno es joven de verdad cuando se aproxima a los demás con lo mejor de uno mismo, con su mejor versión”. Describe a los jóvenes, en general, como personas sin prejuicios, abiertas, sin intereses egoístas, que pueden ayudar a los demás. Manifiesta que si se encuentran con Jesucristo, esta ilusión aumenta, quieren seguirle porque lo más bonito del ser humano es darse, entregarse a los demás, ayudar… Desde su punto de vista, la gente joven tiene unos ideales y, en un mundo roto y conflictivo, como este en el que vivimos, es maravilloso ver como los jóvenes crean un modo de vida agradable ayudando a los demás.

Acabamos nuestro encuentro con el cardenal Osoro y nos deja una importante reflexión: “Esta gran familia humana hay que construirla poniendo lo mejor de nosotros mismos, para que cada día el ser humano viva y sea mejor y todos acaben fundidos en un abrazo. Ahí es donde vive Jesucristo”.

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