Parece pequeña, así, levemente recostada en uno de los arcos de su inmenso monasterio de San Andrés De Arroyo, pero es una gran mujer, avejentada, pero aún útil y al servicio De Dios y del mundo. Sor María de la Encina fue un día importante en su comunidad, fue aún más útil, que esa es la importancia de las personas, pero alguna intriga, algún mal deseo, quizá solamente el olvido la ha relegado a guiar en soledad la curiosidad de legos y turistas que viajan junto a su sombra menuda y su voz cayada por el tiempo, por la belleza escondida. La he observado mientras oía sus palabras y me visto reflejada en ella, tanto que para sor María ha sido evidente. Al salir me he quedado absorto mirandola mientras me despedía , al tiempo que me decía en voz baja “Dios te dará La Paz“. Que así sea
