Música para el silencio

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A oscuras, solo rotas destellos de luces; luego, una canción comienza, primero con bajo vibrante, luego con melodía, luego con voz. En ese momento se abre un puente invisible: los intérpretes de lengua de signos suben al escenario, y lo que era sonido se convierte en gesto, ritmo visual y emoción compartida. En ese lugar —entre el pulso musical, las vibraciones y las manos que hablan— muchas personas sordas encuentran su propia forma de escuchar.

Cuando Rozalén sale al escenario, lo hace acompañada siempre de Beatriz Romero, su intérprete de lengua de signos. No está en un rincón: ocupa un lugar cercano, visible, protagonista, parte del espectáculo. Gracias a ella, las letras dejan de ser un misterio para quienes no oyen. Romero traduce no solo las palabras, sino los silencios, las metáforas, los juegos de ritmo, los matices emocionales de la canción.

Lo mismo ocurre con proyectos como enCantados, asociación que organiza conciertos inclusivos traducidos a lengua de signos española y catalana. Durante la gira de Coldplay en Barcelona, por ejemplo, varios intérpretes signaron las letras cada noche, acomodándose al ritmo, al público, y trabajando para que cada tema, cada verso, tenga sentido también visual.

Estos intérpretes hacen algo más que repetir palabra por palabra: traducen emoción. Adaptan metáforas, juegan con el ritmo gestual, con la expresividad facial y corporal. Traducir una canción sobre añoranza, pérdida o alegría implica recorrer un terreno donde la palabra pronunciada se transforma en imagen visual. La lengua de signos se convierte así en un lenguaje artístico, con propia estética. 2

Para muchas personas sordas, la música no es solo lo que se oye (o no se oye), sino lo que se siente. Esa sensación nace de vibraciones: del suelo, de los altavoces, del bajo. En conciertos inclusivos, hay objetos como globos que se pueden colocar sobre el pecho o las manos, mochilas vibratorias, zonas cercanas a los altavoces para maximizar esa sensación física. Todo ello permite “escuchar” con el cuerpo.

Hay quienes usan audífonos o implantes cocleares, y estos aparatos pueden amplificar sonidos y letras, permitir entonar melodías, aunque muchas veces con matices distintos al oído no entrenado. Otros no los usan, pero encuentran en la vibración, en la pulsación rítmica, en la danza y lo visual la forma de “estar” en la música.

Un ejemplo conmovedor lo cuenta un asistente sordo jubilado: se acerca al escenario, pone la palma de su mano sobre la caja de resonancia de un instrumento, o simplemente abraza un globo lleno de aire que vibra al compás. En ese instante, hay un puente entre lo que vibra afuera, lo que se ve y lo que se siente por dentro. La letra traducida por el intérprete le permite entender la historia: de amor, de sufrimiento, de alegría.

A pesar de los avances, la presencia de intérpretes en conciertos aún es bastante residual. En España, salvo algunos artistas más concienciados, festivales y salas aún no contemplan siempre esta medida de inclusión. E

Además, adaptar no es solo colocar un intérprete al lado del escenario, sino hacer un trabajo previo: traducir letras, ajustar tiempos, coordinar con la escenografía, iluminar bien al intérprete, facilitar que las personas sordas puedan ver sin obstáculos. También crear espacios adecuados donde se sientan cómodas, acompañar con información visual, accesibilidad física, etc.

La música, para quienes no oyen, se vuelve una experiencia múltiple: visual, táctil, emotiva. Y los intérpretes de lengua de signos no solo aportan comprensión, sino dignidad: hacen visible una forma de ser público, de sentir, de gozar sin que la barrera del sonido sea excluyente.

La noche se llena de luces, música estallando, gente cantando. Y hay quienes no oyen con los oídos, pero sí con las manos, con el pecho, con los ojos, con el alma. Gracias al gesto que acompaña cada palabra traducida, cada fibra vibrante del ambiente, esas personas sordas pueden decir que también esta canción es suya.

Fuentes

  • “Beatriz Romero, intérprete de lengua de signos de Rozalén: ‘Ver cómo disfrutan las personas sordas en los conciertos emociona’”, 20 Minutos.
  • “Coldplay ofrece conciertos accesibles y deja ‘enCantados’ a los asistentes sordos”, Servimedia.
  • “Más que sonido: interpretación de música instrumental en lengua de signos para las personas sordas”, Tabanque. Revista Pedagógica.
  • “La música también es para los sordos”, El Periódico.
  • “Cantar en lengua de signos”, La Vanguardia.

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