Manu Marlasca, de oficio periodista

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Manuel Marlasca, empezó a los 19 años en el periodismo y lleva 30 informando a la sociedad española. Una experiencia que le permite hablar de los retos y los problemas de esta profesión

Pregunta. ¿Cómo descubrió que quería ser periodista?

Respuesta. Posiblemente no pude ser otra cosa. Mi abuelo era periodista, mi padre era periodista. Desde los cinco años, mi padre me llevaba a su periódico, el Diario Pueblo, viernes y domingo y, desde muy pronto, aprendí a amar este oficio.

P. Este año, desgraciadamente, falleció su padre, un hombre muy admirado en la profesión, ¿cuáles eran sus cualidades?

R. Como padre era maravilloso. Como periodista, me lo enseñó todo. Me enseñó la humildad, a tener los ojos y las orejas bien abiertos para aprender, a tener una curiosidad permanente y que el éxito solo se consigue con esfuerzo y trabajo.

P. ¿Cómo y cuándo descubrió su vocación comunicativa y decidió dedicarse de lleno a este difícil oficio de contar las cosas?

R. Yo me hice periodista para contar las cosas que pasan e ir a los sitios donde pasan. Yo nunca pensé que iba a acabar en televisión. He dedicado casi toda mi carrera a medios escritos. Tampoco tenía mucha afición literaria, escribía lo justo. A mí lo que me gustaba era contar historias, cosas que le pasasen a la gente. Cuando estaba en el periódico en el que trabajaba mi padre, yo veía a los reporteros que venían de sitios lejanos, como Arturo Pérez Reverte, que venía de la Guerra del Líbano o de cualquier otro sitio y yo me quedaba fascinado. Empecé contándolas en papel y luego en radio y televisión. El soporte ha cambiado, pero mi forma de entender este oficio es la misma, aunque el lenguaje cambia en cada caso. Y yo he tenido la enorme fortuna, la suerte de trabajar en todos los medios.

P. ¿Qué cualidades han convertido a Manu Marlasca en un periodista de su prestigio y reconocimiento?

R. (Se ríe) Que va, yo no tengo ni prestigio ni reconocimiento, soy una persona muy normal.

Lo menos importante de todo lo que hacemos es el periodista, que es un mero transmisor de lo que esta pasando. El foco del periodista nunca debe darse la vuelta y apuntarle a él mismo. El foco debe apuntar a esos rincones, a esos lugares donde hay cosas que pasan, donde hay gente que tiene una historia muy chula que contar, una vivencia. En mi caso, donde hay un crimen, donde hay una víctima. Y luego en estar en continuo aprendizaje.

Muy poco tienen que ver los sucesos que yo cubría en el año 1988, cuando yo empezaba, con lo que ocurre ahora. Entonces no se hablaba de delincuencia organizada, no se hablaba de ingeniería financiera, de delincuencia informática. He hablado durante años del terrorismo de ETA. Ahora no tengo que hablar de él, pero tengo que aprender de yihadismo y de otras formas de violencia para poder contárselo a los demás.

Pero, sobre todo, es importante formarse. A mí me cabrea mucho la gente que no tiene consistencia, que habla sin saber, que habla de oídas. Yo hablo de lo que sé, y ese rigor es lo importante en un periodista.

P. ¿Convertirse en periodista muy conocido provoca el envanecimiento y aleja al periodista de su función?

R. Yo creo que la profesión de periodista, junto con la de médico, son las dos profesiones con más carga de vanidad en el mundo. Los periodistas son, en cierta medida, bastante vanidosos y la televisión tiene un poder tremendo para eso. Yo empecé a salir en televisión de manera asidua hace muy poco, apenas cuatro años, y cuando te pasa, te haces consciente del poder que tiene. Hay un fenómeno que a mí no me deja de sorprender. El salir en televisión, ante el común de los mortales, te da un plus de credibilidad, y no es verdad. La mayoría de los que salimos en televisión somos unas piernas, unos cantamañanas. A mí, afortunadamente, esta etapa de televisión, de notoriedad pública me ha llegado a una edad en la que uno tiene la cabeza ya amueblada, tengo casi 50 años y sé lo que soy. Yo soy un reportero que ocasionalmente está saliendo en televisión. Pero tienes razón, hay muchos casos en que ocurre. Además, hay que saber que este es un medio muy cruel. Salvo Matías Prats, que es un fenómeno y está siempre, los demás podemos desaparecer del medio en cualquier momento y tienes que saberlo, y no pasa nada.

P. ¿Estos son los tiempos del periodismo o de los periodistas?

R. Yo quisiera que fuera el tiempo del periodismo, pero tristemente debo decirte que es el tiempo de los periodistas. No me gusta la personalización del producto periodístico. Yo siempre he tenido el concepto de que esto es un trabajo de equipo, un trabajo de mucha gente, en el que todos tenemos que sumar y que aportar. Aunque yo lidero un equipo y es mi sección, mi espacio, lo hacemos entre cuatro personas. Fíjate que, cuando se creó la sección, yo me cabreé mucho con el nombre, porque eso de “Expediente Marlasca” no me parecía bien, no me parecía bien la personalización, me convencieron diciéndome que había que dotarle de personalidad de un elemento reconocible. Aún así, sigue sin gustarme y me incomoda. No me gusta eso del “Salvados de Jordi Évole” o “el objetivo de Ana Pastor”, porque vuelve el foco hacia el periodista.

P. Usted está muy especializado en la crónica negra. ¿Es buena la especialización del periodista? ¿Por qué?

R. Sin duda, lo primero porque es difícil saber de todo. Si yo supiera lo mismo que sé de criminología, de finanzas o de política internacional sería un superdotado y posiblemente estaría desperdiciando mi talento en esto del periodismo. Yo creo que la especialización es muy buena porque facilita el rigor. Pero es algo que cada vez se pierde más, los periodistas somos cada vez más baratos y los periodistas especializados somos más caros, así que las empresas optan por periodistas todo terreno. Y sin embargo, es muy importante esa especialización para poder contar las cosas a los ciudadanos. Si un periodista cubre un Consejo Europeo, debe saber qué es, qué relaciones hay entre los pasases, qué poder tiene ese consejo, etc. Y si no te especializas, en los medios hay departamentos que no requieren especialización como los de edición, coordinación.

P. ¿Qué se debe hacer para producir mejores periodistas?

R. Hay un eslabón que ha fallado. Cuando yo era pequeño había una cosa muy importante que era la tutoría. No era algo oficial, pero, cuando tú llegabas a una redacción, había un veterano que se hacia cargo de ti y que, de mejores o peores formas, te decía: “mira, este titular es una basura” o “esta entradilla no la va a leer nadie”. Y te iba enseñando todos los recursos del oficio, cómo hacer una entradilla, cómo plantear una entrevista, cómo hacer un titular, cómo discriminar la información, o te mandaba a la calle a cubrir un asesinato y te decía: “no vuelvas si no es con la foto del muerto. Eso me ha pasado a mí y, al final, ese padrinazgo ayudaba mucho y mantenía el hilo entre generaciones para que no se perdiesen los recursos del oficio, la calidad, los códigos.

Ahora eso se ha roto. Ahora llegan los becarios, nadie les hace mucho caso, más allá de cuatro normas para que aprendan a montar, pero nadie les explica como conseguir la información, que es un arranque atractivo, como es el lenguaje narrativo.

Aquí me toman por una especie de abuelo cebolleta, porque soy mayor que todos los demás, y como yo lo he vivido, en mi equipo sí que se hace eso. Yo les cojo y les llevo a la unidad de drogas y les presento a un comisario, por ejemplo, les llevo y les explico y les cuento como conseguir fuentes, hasta que tienen su pequeña cadena de fuentes y su criterio para actuar.

Y eso se ha roto, siendo como es, fundamental. Las redacciones ya no funcionan como antes porque nadie se ocupa de los nuevos, no hay transmisión del conocimiento y hay una especie de fractura entre los pocos veteranos que quedan y las nuevas generaciones que se flipan buscando dos cosas en Internet y se creen que han encontrado el santo Grial.

Y en segundo lugar, creo que desde las universidades se debería hacer un esfuerzo para hacer de esto un estudio más pragmático. Mi hijo, en primero de medicina, ya ha visto un cadáver y sabe encontrar en él los músculos. En periodismo, en todos los años de carrera nadie te lanza a la calle y te dice: “cubre este juicio” o “vete y tráeme una noticia”.

P. ¿Ser mejor periodista es ser más rebelde ante la creciente vinculación de los medios con el poder?

R. Yo llevo muchos años de profesión y de toda la vida, la independencia completa no ha existido. Yo empecé trabajando en el Diario Ya, que era de la editorial católica, de la conferencia episcopal, y te voy a contar una anécdota para que entiendas lo que te quiero decir.

Al poco de estar yo allí, como un mes después, yo tenía ya mi contrato de redactor. Mi jefe se fue de fin de semana y me dejó a mí a cargo de la redacción. Él pensó, tenemos muy pocas páginas y ya las llenará con lo que sea. Era, además, fin de semana y no esperábamos que hubiera muchas noticias. Y yo desesperado porque no había ninguna historia, hasta que entró por teletipo (entonces no había Internet) la noticia de la detención en Bélgica de un cura por abusar de unos niños. Y yo me dije, esta es la noticia que esperaba, con esto me luzco.

Me hice la historia, cuatro columnas, con todos los detalles de la información, y salió.

Al día siguiente, me llama el director a su despacho, me tira el periódico encima, abierto por aquella página y me dice “¿tú sabes para quien trabajas?”, y le dije “para usted que es el director”. “No”, me respondió, “trabajas para la editorial católica, y has sacado a cuatro columnas a un cura detenido”.

La independencia absoluta nunca ha existido, todos los medios de comunicación de una u otra manera están vinculados con grupos empresariales, o de poder o anunciantes. Dentro de eso, hay un margen, pero un periodista no es mejor por ser rebelde. Es mejor periodista por conseguir más noticias, sacar más reportajes, ser más brillante, tener mejores fuentes, pero la rebeldía no puede ser un plus.

P. ¿Existe más pluralidad informativa por existir más empresas de comunicación?

R. Indudablemente, sí. Antes había poco más que trincheras, El País, El Mundo, ABC… Ahora los medios digitales han dado una pluralidad que no había en tanta medida, y la pluralidad es buena. Pero esa pluralidad no se contradice con que haya grandes medios, como es esta casa, A3media. Que haya un montón de medios, de distinta dimensión, pero profesionales, es bueno. Otra cosa es que se fundan medios y parece que solo para contentar el interés de un partido político o de un grupo, como ocurre ahora con TVE y primero con Telemadrid o Canal Nou.

P. ¿Cuál es ahora el papel del periodismo en una sociedad en la que cualquiera puede distribuir información en una red social al instante?

R. Es que cualquiera no puede ser periodista. Yo, en casa, tengo todos los ingredientes para hacer pan: horno, harina, agua, levadura… pero no soy panadero. Yo estoy adiestrado, preparado para contextualizar las noticias, seleccionarlas, discernir cuál es importante y cuál no. Pero un tipo con un teléfono móvil para hacer fotos y una conexión a Internet, no. En esta época tan importante que vivimos, el periodismo debe cobrar más valor para el ciudadano, que tiene que saber que debe acudir al periodista para obtener información fiable, no a cuatro desarrapados que en las redes sociales o en un blog cuentan sus historias.

P. ¿Por qué ahora a la mentira se le llama posverdad?

R. Es una tontería inmensa que yo tampoco consigo entender. El lenguaje es muy importante en todos los terrenos de la vida y, por una extraña razón, se ha decidido maquillar algo que no es más que, simplemente, una mentira. El problema no es que sea mentira sino que, antes, cuando un periodista contaba una mentira, le caía un paquete tan grande que se podía no volver a escribir, así que el propio periodismo se auto limpiaba. Ahora no, hemos caído en una alegría para contar todo, que a veces cae en la ligereza de contar historias no contrastadas y se miente, incluso de buena fe porque el periodista es, a su vez, engañado. Por eso, ante todo, el periodista debe ser honrado y tener un código propio que le impida caer en esto. La verdad absoluta es difícil, pero debes buscar acercarte lo más posible a ella. Y, desde luego, la mentira debe traer consecuencias.

P. ¿Cuándo decidió que la España negra merecía ser contada?

R. Fue una casualidad. Yo vivía estupendamente haciendo cultura, escribiendo sobre espectáculos y entrevistando escritores hasta que, un día, se fue el de sucesos y me llamó mi director: “Si quieres quedarte con nosotros, te hago un contrato de seis meses a ver que tal y te pones en sucesos”. Y ahora ya no quiero hacer otra cosa. Para mí, es muy chulo, hablas de lo peor de la sociedad y también de lo mejor, de gente valiente en momento de su vida. Es un terreno que forma mucho. Si has sido capaz de hacer sucesos, puedes hacer cualquier cosa.

P. ¿Cuál es el mayor reto del periodismo actual, la defensa de la igualdad de género en la profesión o un mayor compromiso en la defensa de los derechos civiles?

R. Yo solo tengo jefas. Trabajo para Julia Otero en Onda Cero, para Mamen Mendizábal, que es la directora de Más Vale Tarde y trabajo para Susana Griso y para Belén, que es la directora de Espejo Público. Pero, también es verdad que, en las redacciones, la mayoría son hombres. La lucha por la igualdad debe darse en el periodismo, pero también el periodismo debe contar esa lucha. El periodismo no debe ser utilizado como bandera, tú debes contarla y explicarla donde se produzca, y dejar que tu lector saque sus conclusiones, pero no debes subirte a un púlpito y pontificar. Debemos dejar que la gente, bien informada, saque sus conclusiones. Y en cuanto a los derechos civiles, lo mismo. Hay países donde el periodismo ha sido clave para la defensa de los derechos civiles, por ejemplo, Estados Unidos en los años 50. Pero no pontificaban, contaban historias terribles que ocurrían, pero no sentaban cátedra, denunciaban la injusticia.

P. ¿Organizaciones como el Consorcio de Periodistas, que descubrió los papeles de Panamá. son un ejemplo de buen periodismo o de cacería indiscriminada?

R. Lo de Panamá no es un ejemplo de periodismo. Ahí, alguien que no es periodista sacó esos papeles de donde se guardaban y los entregó. Allí lo que han hecho los periodistas es escarbar entre ese montón de datos y buscar nombres concretos. Eso ha sido una gran búsqueda de Wally.

No es que este en contra de ese periodismo, pero no me gusta. ¿Por qué? Porque no contextualiza las historias. Habrá gente que tenga dinero en Panamá por una razón o por otra y si tú no contextualizas esa historia y le pones un por qué, puedes dar lugar a cacerías, como la que ha sufrido la familia Almodóvar, que no es santo de mi devoción, pero que tenia motivos muy distintos a los del ministro Soria, al que, este caso le costó su carrera política. Y por otra parte, no me gustan los consorcios. Yo defiendo el trabajo en equipo, pero eso de que varios medios trabajen juntos no lo entiendo. Toda la vida nos hemos esforzado por sacar las noticias antes que el vecino y ese afán nos ha hecho ser rigurosos y dar diferentes ópticas de la realidad.

P. ¿Dónde está el límite entre la búsqueda de la verdad y el honor de las personas, por ejemplo, en los casos en que se difunde la identidad de un presunto delincuente y se opina sobre su culpa?

R. De entrada, un periodista no debe opinar sobre la culpa de nadie, un periodista debe informar sobre lo que está ocurriendo en ese momento. Fíjate en lo que ocurre en este momento. Yo no debo opinar sobre la culpabilidad o no de Ignacio González, yo debo informar sobre la situación en la que está, detenido por la política y en unos calabozos. Si luego, del juicio que se sustancie, sale declarado inocente, yo no tengo nada que ver, yo solo cuento las situaciones, no debo enjuiciarlas ni valorarlas, y si actuó así, no vulnero la presunción de inocencia de nadie, me limito a contar su situación penal. El problema se produce cuando se mezcla información y opinión, la opinión se la debe formar el lector o espectador. Yo puedo decir lo que pienso en un artículo de opinión, pero eso es distinto a informar. Y si mi información es buena y el lector no es tonto, los hechos hablaran por sí mismos y el lector sacará sus conclusiones.

P. ¿Por qué hoy en día medios como la televisión tienden a ser un puro artificio donde lo espectacular y el entretenimiento es lo más valorado?

R. Eso comenzó a pasar cuando se mezcla información y entretenimiento. Si tú solo informas, tus índices de audiencia probablemente no se van a disparar, porque la información tiene un público limitado. Sin embargo, si adobas la información con elementos propios de los programas de entretenimiento, seguramente, te vaya mejor, pero estas engañando al espectador. Puedo usar medios o recursos en un plató, pero lo que hago es informar, no especular.

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