Las niñas kumari

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Una leyenda cuenta que uno de los reyes de Nepal abusó sexualmente de una niña, causándole una espantosa muerte. Para honrarla aun hoy se elige una niña como diosa o Kumari. Ésta representa la pureza y la inocencia porque se supone que es la reencarnación de la diosa Taleju, de ahí el significado de Kumari, que es “virgen” en nepalí.

El Sacerdote Real de Katmandú es la persona encargada de elegirla entre las niñas de la casta Sakya. Las niñas son seleccionadas por poseer una serie de características como por ejemplo: su edad está comprendida entre los cuatro y los siete años; tienen que haber nacido en abril un día de luna llena; su piel tiene que ser blanca y perfecta, sin cicatrices y con poros pequeños; sus ojos negros o azules; su voz dulce y grave; tienen que tener unos dientes perfectos y lo más blancos posibles; las orejas tienen que ser como las de Buda; su cuello tienen que ser fino y esbelto; sus pestañas tienen que ser largas; sus muslos tienen que ser de gacela; tienen que tener unos pies proporcionados…; y deben pasar una prueba de valentía, que consiste en permanecer durante una noche solas en el palacio junto a la imagen de la diosa Taleju, rodeadas de cabezas de búfalos que han sido sacrificados para esta ceremonia en concreto. La niña que no llore ni tenga miedo será la última en abandonar el palacio y eso ha ocurrido porque la diosa se ha reencarnado en ella.

Una vez la prueba finalice la nueva diosa y su familia se van a vivir a una casa-templo en el centro de Katmarai, los gastos de su manutención corren a cargo del Estado. La niña permanecerá en ese templo hasta que alcance la pubertad, o tenga una enfermedad grave o un accidente que suponga una pérdida de sangre entonces se elige otra niña para ser diosa.

La niña recibe formación por parte de un sacerdote durante un tiempo. Posteriormente la niña ya ha adquirido una disciplina y está preparada para vivir aislada en su templo.

A la Kumari se le da comida pura y no se la puede tocar, recibe regalos de sus fieles y “se le venera como a una diosa poderosa y protectora del reino”, explica el historiador Chunda Bajracharya. Le está prohibido salir de su casa-templo, sólo durante las festividades que preside se la puede ver en la calle y va sobre un trono que sus fieles llevan a hombros ya que los pies de la niña no pueden tocar el suelo. Tocar sus pies es símbolo de buena suerte y hasta el rey se inclina anualmente para hacerlo, para conseguir su bendición.

Cuando salen van muy adornadas y llevan pintado en la frente el llamado tercer ojo que representa la sabiduría.

No va al colegio y casi no tiene relación con otros niños, tiene prohibido los juegos en donde pueda lastimarse ya que una herida que suponga una gran pérdida de sangre supondrá que la niña deje de ser Kumari. Todo esto la lleva a pasar muchas horas delante del televisor.Su tipo de alimentación es bastante cuidada para procurar que sus dientes de leche sólo caigan cuando los definitivos estén bien desarrollados. A la Kumari nunca se la puede despertar ya que para ella el día comienza cuando abre los ojos, nadie se atreve a perturbarle el sueño, con lo que el día transcurre sin horarios marcados.

Su familia debe procurar que no llore o se enfade, no debe tampoco reír ni llorar ni expresar sentimientos lo cual supone consentirla y cuidarla al detalle.

Miles de nepalíes y turistas la visitan en su templo para recibir su bendición, ya que se le supone un carácter protector frente a los demonios y curativo sobre muchas enfermedades del cuerpo y la mente.

Después de todo esto puede parecernos que ser elegida Kumari sea todo un privilegio, sin embargo, podríamos decir que requiere bastantes sacrificios.

Cuando la niña deja de ser Kumari tiene que adaptarse a la vida diaria como cualquier niña nepalí de su edad, lo que supone un camino lleno de dificultades para ella. Su pasado como ex-kumari siempre determinará su vida futura.

Vivirán rodeadas de supersticiones como que casarse con una de ellas trae mala suerte y puede acabar con la muerte del marido, etc….

Tras buscar múltiples opciones, se daban cuenta que la única salida que podían tener para salir adelante era ser mantenidas por sus padres toda su vida.

El tener que permanecer encerradas durante toda la infancia ha llevado a organizaciones defensoras de los derechos humanos a denunciar su situación.

En la actualidad las niñas Kumaris han recibido la ayuda del Tribunal Supremo, que ha garantizado su derecho a ser como las demás niñas. El Tribunal ha pedido al Gobierno que continúe con la tradición, pero asegurándose de que no son violados los derechos de las Kumaris, derechos como la educación o la sanidad, y a la libertad de acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas para la Infancia.

Ha habido algunas reformas, ya pueden recibir una educación adecuada a su edad, a través de un tutor, para que su paso al mundo real les resulte más fácil. A la espera de como resuelve este problema el Gobierno nepalí, el Tribunal Supremo ha ordenado que se les otorgue una pensión cuando dejan su puesto, pues con él contribuyen a mantener la cultura y la religión.

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