Habrá gente que no conoce este nombre, gente que no conoce cuál es su significado, y la importancia que tiene, o debería de tener, para la historia de nuestro país.
En los libros de historia se cuentan los viajes de Napoleón, la revolución industrial y la sociedad de las antiguas naciones. ¿Pero es realmente eso importante, si olvidan el pasado de nuestro país?
Está claro que no estamos hablando de política, no estamos hablando de situarse en un lado o en otro de la peliaguda línea que separa estas dos ideas, estamos hablando del olvido.
El olvido que se acrecienta cada vez mas, y, si olvidamos nuestro pasado ¿cómo pretendemos tener un futuro? Es imposible hablar de presente y futuro sin tener una base, un pasado. No cometer los mismos errores, de eso se trata.
“Españoles, alerta. España sigue en pie de guerra contra todo enemigo del interior o del exterior, perpetuamente fiel a sus caídos. España, con el favor de Dios, sigue en marcha, una, grande, libre, hacia su irrenunciable destino…”, gritaban las radios de todas las casas de Madrid. “Juro aplastar y hundir al que se interponga en nuestro camino”, advertía Franco en cada discurso.
En este ambiente de postguerra, de hambre y terror, de espías infiltrados, desconfianza, ruinas de edificios y hogares rotos vivieron las trece rosas.
Tras el fin de la guerra y el asentamiento de las tropas franquistas en España, las Juventudes Socialistas Unificadas (organización juvenil formada poco antes de la Guerra Civil por la unión de las Juventudes Socialista y las Juventudes Comunistas, independientes del PSOE y del PCE, cuya composición interna, línea política y método de trabajo no tenían nada que ver con los de cualquier organización de juventudes socialistas que haya existido o que exista en la actualidad) comenzaron a reunirse de nuevo de manera clandestina. Es por esto por lo que las Trece Rosas fueron arrestadas.
La organización a la que pertenecían fue traicionada por un policía infiltrado, Roberto Conesa. Algunos de los integrantes del grupo aún no habían actuado, o incluso acababan de entrar a formar parte, pero esto daba igual.
Las trece rosas, junto con los demás detenidos, fueron conducidas a instalaciones donde fueron torturadas y obligadas a delatar a mas miembros de la organización.
Aparte de las torturas y demás, utilizaban a los detenidos como gancho: los sacaban a la calle y justo detrás le seguían dos policias. Paseaban y paseaban con el afán de encontrarse a un nuevo miembro, o un simple amigo o conocido, que fuera al encuentro del detenido, para así, poder detenerle a el también.
Más tarde las mujeres fueron trasladadas a la cárcel de las Ventas. Allí siguieron los abusos y el nivel de vida era mas que penoso. Las Ventas era una cárcel para 400 y en realidad en las salas y celdas, se apilaban como podían 4.000.000 mujeres detenidas por sus ideales políticos.
En las Ventas se reunieron de nuevo y esperaron con ansia el día de su liberación.
Pero los contratiempos no dejaron que ese esperado día llegara: el 29 de julio de 1939 murió Isaac Gabaldón, comandante de la guardia civil , junto con su hija de dieciocho años y su chofer.
Como represalia, las Trece Rosas junto 43 hombres fueron llevados a juicio y condenados a muerte; al parecer, por reorganizar las Juventudes Socialistas Unificadas para cometer actos delictivos contra “el orden social y jurídico de la nueva España” y condenados por “adhesión a la rebelión”.
La sentencia decía lo siguiente:
“Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30.426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (…) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (…) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (…) a la pena de muerte”
Apenas un día mas tarde del juicio y la condena, las trece rosas fueron llevadas ante la tapia del cementerio, de madrugada. Allí fueron fusiladas junto con los otros 43 hombres.
La pregunta es, ¿por qué las Trece Rosas? ¿Por qué ellas y no otras de las tantas chicas que había en las Ventas?
El escritor Jesús Ferrero hace una hipótesis de cómo pudo suceder:
“Roux, Cardinal y el Pálido habían comido opíparamente en el Ritz y se sentían alegres (…). Una hora antes les había llegado la orden de elegir a trece mujeres, preferentemente menores de edad, para conducirlas a juicio. Ya en comisaría, una señora, que se sentía agradecida porque habían liberado a su hija, le regaló al Pálido un ramo de rosas. Eran trece… El Pálido lo cogió y, mirando a Cardinal y a Roux, dijo: ‘Señores, ha llegado el momento de decidir quiénes van a ser las trece de la mala hora. Bastará con ponerle un nombre a cada una de las rosas… Empezaré yo’, dijo tomando una flor. ‘Y bien, esta rosa de pasión se va a llamar Luisa. No conseguí que esa bastarda pronunciara una sola palabra en los interrogatorios. Por poco me vuelve loco’. ‘Y ésta, Pilar’, dijo Cardinal. ‘Y ésta se va a llamar Virtudes’, susurró el Pálido con precipitación. ‘Y ésta, Carmen’, dijo Cardinal. ‘Lo merece más que nadie. Nunca me miró bien esa condenada’. ‘Y ésta, Martina’, anunció Roux. ‘Está siempre ausente. Seguro que ni siquiera se va a dar cuenta de que ha muerto”.
Además, numerosos periodistas han recogido los testimonios de sus compañeras de cárcel, con lo que podemos sentir, un poco mas de cerca, como se vivió aquel momento.
Cuentan como las vieron pasar desde las ventanas de las celdas, como las presas iban de dos en dos escoltadas cada pareja por un guardia. Como estos apartaban a los lecheros del camino… su tranquilidad. También como María Teresa Igual (la funcionaría que acompañó a las Trece Rosas) las relató el momento de su muerte, y como, una de ellas, Ana, no había muerto durante la primera descarga, y como se volvió contra sus asesinos y les preguntó: ¿es que a mi no me matáis?
La verdad es que nadie quiere recordar esos tiempos, ni los familiares, ni los amigos, ni si quiera los que no las conocieron. Nadie quiere volver a sufrir.
Pero aún así, no es justo que sus nombres queden en el olvido.
Victoria Muñoz García (18 años)
Llegó a las Ventas el 6 de junio de 1939. Se afilió a la organización con quince años y pertenecía al grupo de Chamartín. Era hermana del responsable militar de Chamartín de la Rosa, Gregorio Muñoz.
Luisa Rodríguez de la Fuente (18 años)
Entró en abril a las Ventas. Fue la primera de las Trece Rosas en entrar. Fue detenida por pertenecer a las Juventudes Socialistas Unificadas y por intentar crear un nuevo grupo. Cuando le detuvieron reconoció su militancia durante la guerra, pero no la posterior. Trabajó como sastra.
Virtudes González García (18 años)
Fue detenida el 16 de mayo de 1939 debido a que un compañero suyo la delató bajo tortura. Se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas en 1936, donde conoció a su futuro novio, Vicente Ollero. Fue amiga de María del Carmen Cuesta, perteneciente también a las JSU y superviviente de la prisión de Ventas. Trabajó como modista.
Julia Conesa Conesa (19 años)
Estaba cosiendo en su casa (trabajaba como modista) cuando fue detenida. Fue delatada por un amigo de su supuesto novio. Se afilió a las Juventudes Socialistas Unificadas por las instalaciones deportivas que presentaban a finales de 1937. Más tarde trabajó como cobradora de tranvías, ya que en su casa necesitaban dinero.
Adelina García Casillas (19 años)
Era hija de un guardia civil. Se presento de manera voluntaria al interrogatorio, ya que había recibido una carta en la que afirmaban que se trataba de algo rutinario. Pero jamás regresó. Ingresó en prisión el 18 de mayo de 1939.
Carmen Barrero Agüero (20 años)
Fue detenida el 16 de mayo de 1939. Trabajó como modista desde los 12 años, tras la muerte de su padre. Fue militante del PCE, tras la guerra.
Elena Gil Olaya (20 años)
Ingresó en las JSU en 1937. Al acabar la guerra comenzó a trabajar en el grupo de Chamartín.
Dionisia Manzanero Salas (20 años)
Fue detenida el 16 de mayo de 1939. Al acabar la guerra actuó como enlace de los dirigentes comunistas en Madrid. Se afilió al partido Comunista en abril de 1938 después de que un obús matará a su hermana y a unos chicos que jugaban en un descampado. Trabajó como modista.
Ana López Gallego (21 años)
Fue detenida el 16 de mayo de 1939 pero no fue llevada a prisión asta el 6 de junio. Se dice que fue la rosa que no murió en la primera descarga y que pregunto: ¿Es que a mi no me matan? Trabajó como modista. Y era militante.
Joaquina López Laffite (23 años)
Fué detenida el 18 de abril de 1939, en su casa, junto a sus dos hermanos. La retuvieron en un chalet y la obligaron a reconocer que era militante. No fue conducida a las ventas hasta el 3 de junio. Trabajó como secretaría femenina del Comité Provincial clandestino y fue denunciada por Severino Rodríguez. (También perteneciente a las JSU).
Martina Barroso García (24 años)
Fue detenida por buscar armas y municiones en el abandonado frente de la Ciudad Universitaria. Comenzó a participar en la organización de las JSU cuando terminó la guerra.
Pilar Bueno Ibáñez (27 años)
Fue detenida el 16 de mayo de 1939, por afiliarse al PCE y trabajar como voluntaria en las casas-cuna, en las que se recogía a huérfanos y a hijos de milicianos que iban a la guerra. Se encargó en ocho sectores de Madrid de la reorganización del PCE.
Blanca Brisac Vázquez (29 años)
Era pianista, y la mayor de las trece. No tenía ninguna militancia política y era católica y además votante de derechas. Fue detenida por relacionarse con un músico comunista. Tenía un hijo al cual escribió una carta la madrugada de su muerte, que le fue entregada por su familia 16 años después.
Son pocos los testimonios que quedan sobre estas trece mujeres, pero aún así han llegado hasta nuestros días algunas cartas que escribieron en la capilla, la madrugada del 5 de agosto de 1939.
Carta de Blanca Brisac a su hijo
“Querido, muy querido hijo de mi alma,
En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de tu papachín. ¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinidad de besos el beso eterno de tu madre.
Carta de Julia Conesa a su madre
«Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie.Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre de la historia».
Quedan muy pocos testigos vivos de aquellos sucesos, no se debe permitir que las cosas se olviden, por mucho daño que hagan. Ellas no lo querrían así.
Se ha hablado sobre ellas, se han escrito libros y filmado películas, se las ha honrado y llorado, pero nunca, nunca será suficiente.
Qué sus nombres nunca se borren de la historia.
Patricia Ruiz, Marta Rodriguez