Todo el mundo tiene una misión, sin embargo, no todos lo tiene claro desde un principio. Hay tantas cosas que hacer, tantos objetivos que alcanzar, tantas metas a las que llegar, que parece que una sola vida no basta para cumplirlos todos. Pero sin lugar a dudas, hay gente que desde siempre supo lo que iba a hacer.
Pero sin embargo, el protagonista de esta biografía ha antepuesto la vida de los demás por la suya, ha llegado más lejos que las palabras y no se ha limitado a hablar de lo que podíamos hacer y de lo que la gente poderosa debería dejar de hacer; él ha pasado a la acción, ha cogido su maleta y se ha ido al Congo, a ayudar en primera persona a todos. No estoy hablando de ningún “Superman” ni de nada por el estilo. Esta es la historia de un hombre que solo entiende de ayudar al prójimo, y al que todo el pueblo de Kinshasa siempre le estará agradecido. Esta es la historia de Antonio Riaño ,un misionero de los sagrados corazones que lleva 30 años en África dedicando su vida a los demás. Hizo sus estudios eclesiásticos en el Escorial de Madrid, y más tarde le mandaron a Torrelavega. En el año 1982 decidió hacer las maletas y luchar por los demás. Decidió que ya era hora de que alguien hiciese algo para mejorar el mundo, ya que el mundo no iba a mejorar por él solito, así que se fue a Kinshasa (Congo).
Él vive en la periferia de Kinshasa, entre los barrios Kibunda y Sakombi; aunque allí tienen la costumbre de llamarlos Bitshakutshaku.
Su labor allí es formar a los niños y jóvenes, predicar a Jesús y sobretodo dar mucha ,mucha esperanza. Allí no tienen Iglesias, ni centros comerciales, ni colegios medianamente normales. Allí su Iglesia son apenas cuatro postes y un pequeño techo. Todas las mañanas de domingo cada uno aporta su silla, y se trae un altar “portátil”. En la misa cada uno lleva un poco del alimento que tenga, porque, aunque no tengan mucho, quieren compartirlo. La fe de los congoleños es absolutamente abrumadora, ya que están siempre cantando y sonriendo y asegurando que todo está en manos de Dios, y que lo dejan todo a su criterio.
Me asombra la cantidad de gente que acude a Misa en esos lugares , así como la alegría que irradien, estas personas en cuanto a su modo de vivir, siempre se muestran sonrientes y alegres. Aunque por dentro sea de otra forma, conforta pensar que ellos todavía no han perdido la esperanza y siempre se apoyan en Dios para todo. De todos modos su fe cristiana iguala a sus supersticiones acerca de casi todo, lo cual constituye un gran obstáculo, porque a la hora de curar heridas no quieren ser sanados, ya que creen que son víctimas de un mal de ojo y cosas por el estilo. Antonio también es profesor en una escuela de allí, a la cual el colegio de Nuestra Señora de la Paz recauda dinero por medio de distintas campañas que se organizan a lo largo del año. Cada cierto tiempo Antonio vuelve a España y así visitar a su familia, amigos y para coger cosas para llevar de vuelta a Kinshasa. En ese lugar se habla Francés y un dialecto propio de allí, que es una mezcla entre el francés y el Lingala .
En los 90 abrió una casa en un barrio que empezaba a poblarse. En ese barrio hay muchos baches, y les piden sacos para taparlos y los niños que se suben a la rueda de repuesto de su 4×4 no corran peligro, y casi no paran de trabajar en ese aspecto: tratando de reconstruir los caminos.
Antonio asegura que a su llegada, los habitantes depositan mucha esperanza en ellos, y les piden que les pongan la luz, carreteras, escuelas, Iglesias…
Su gran modelo allí es el Padre Damián, y todos los habitantes de allí le conocen, y para Antonio es un gran ejemplo. Algo que realmente caracteriza a Antonio es la simpatía con la que trata a todo el mundo, y con la que todo el mundo le trata; sin duda allá donde vaya es capaz de hacer sonreír a alguien, mayor, niño, joven: todos le aprecian infinito. Los niños sobretodo le acompañan a todos los lados y nunca dejan de sonreírle, de cantar y bailar con él allá donde vaya. Él se ha hecho cargo de la Parroquia de San Damián . Su ánimo es su fe en Dios, su guía Jesús, y también grandes figuras , como bien puede ser el Padre Damián.
Antonio ha forjado una gran amistad con todos aquellos con los que, día a día convive. Nunca se ha echado atrás ante ninguna adversidad, y nunca ha querido abandonar a estas personas, por las que lucha cada día.
Antonio es un gran ejemplo para todo aquel que luche por la paz y por la igualdad, y sobretodo para aquellos que quieran hacer algo por el mundo. Y ojalá que se le siga reconociendo cada día más, ya que es una gran persona, a la que siempre se le recordará cariñosamente como un gran amigo, compañero, profesor, párroco, misionero y persona.
Hoy en día Antonio sigue en el Congo, con el mismo entusiasmo que una vez le llevó allí, y con un gran corazón, capaz de ir al otro lado del mundo para salvar a gente, y para predicar la palabra de Jesús, haciendo así que vaya a donde vaya, siempre haya un poquito más de esperanza.