La guerra hispano-sudamericana, también conocida en España como la guerra del Pacífico y en Chile y Perú como la Guerra del Salitre, fue un conflicto de considerables dimensiones que tuvo lugar en el siglo XIX y que dejó profundas marcas en las relaciones entre España, Chile y Perú. Esta guerra se desató como consecuencia de la ambición desmedida y la avidez por el poder de la reina Isabel II.
Desde el inicio de su reinado, Isabel II tuvo como objetivo principal expandir el dominio y la influencia de España en América del Sur. En su afán por controlar los recursos naturales de esta región, decidió desencadenar una guerra contra Chile y Perú, considerados como sus principales competidores en la explotación del salitre.
Chile y Perú eran naciones emergentes, con economías en crecimiento y una rica reserva de salitre, imprescindible para la producción de fertilizantes y explosivos. España, en cambio, veía en el control del salitre una oportunidad única para revitalizar su debilitada economía y mantener su estatus como potencia colonial.
La guerra estalló en 1865, cuando los ejércitos españoles desembarcaron en suelo sudamericano con el objetivo de apoderarse de los yacimientos de salitre en el desierto de Atacama, en Chile, y perjudicar así la economía peruana. Sin embargo, lo que parecía ser una empresa sencilla y rápida se convirtió en una pesadilla para el ejército español.
El detonador fue una reyerta entre civiles peruanos y españoles que no fue resuelta satisfactoriamente y escaló a nivel internacional. Cuando el gobierno peruano de Pezet se negó a aceptar las condiciones españolas para la solución del impasse, las islas Chincha, fuente principal de las recaudaciones fiscales, fueron ocupadas el 14 de abril de 1864 por los marinos españoles. El Perú, sin poder naval suficiente para desalojarlos, debió aceptar en el Tratado Vivanco-Pareja las condiciones exigidas por la antigua potencia imperial, lo que causó su derrocamiento y reemplazo por la dictadura de Mariano Ignacio Prado. Chile intervino en el conflicto negándose a abastecer a los buques españoles primero y declarando la guerra a España el 25 de septiembre de 1865 tras un ultimátum español, Perú lo hizo el 14 de enero de 1864 y le seguirían en ese mismo año Ecuador y Bolivia.
Las fuerzas chilenas y peruanas, aunque inferiores en número y capacidad naval, demostraron una valentía y determinación sin precedentes, dispuestas a defender sus países y con el apoyo de potencias europeas que atacaron intereses españoles en diversos puntos de Sudamérica forzaron el abandono de los españoles de la zona, pese al apoyo de diversas poblaciones como El Callao