En España y en otros países bañados por el mediterráneo se han practicado, tradicionalmente, una serie de hábitos alimentarios que se conocen como dieta mediterránea. Esta dieta se considera saludable y equilibrada.
Alto consumo de frutas y verduras. Es una garantía para la salud, ya que se trata de alimentos bajos en calorías que aportan vitaminas, minerales y fibra.
Uso exclusivo de aceite de oliva como grasa culinaria. Las poblaciones que consumen habitualmente este aceite registran menor incidencia de enfermedades cardiovasculares que otras que no lo usan; esto se debe a su composición rica en ácidos grasos insaturados y vitamina E.
Consumo habitual de legumbres y cereales. Los cereales son alimentos ricos en hidratos de carbono complejos (como almidón), de asimilación lenta, y poseen una gran cantidad de fibra alimentaría. Las legumbres, además, aportan proteínas vegetales libres de grasas.
Consumo preferente de pescado frente a carnes o derivados. El pescado contiene proteínas de la misma calidad que la carne. El pescado es una fuente importante de calcio, fósforo y yodo así como vitaminas A y D.
Las propiedades saludables que se le atribuyen se basan en la constatación de que, aunque en los países mediterráneos se consume más grasa que en los Estados Unidos, la incidencia de enfermedades cardiovasculares es mucho menor. Las causas de tales propiedades parecen estar en el mayor consumo de productos ricos en ácidos grasos, que están presentes en el aceite de oliva (que reduce el nivel de colesterol en la sangre). También se atribuye al consumo de pescado, rico en ácidos grasos omega 3 y, finalmente, al consumo moderado de vino tinto.