La batalla de Pliska

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La Batalla de Pliska fue un enfrentamiento crucial que tuvo lugar el 26 de julio de 811 entre el Imperio Bizantino y el Primer Imperio Búlgaro, cerca de la ciudad de Pliska, en lo que ahora es Bulgaria. La batalla fue parte de las Guerras Búlgaro-Bizantinas y tuvo consecuencias significativas para la región.

El emperador bizantino Nicéforo lideró personalmente un ejército contra el kan (gobernante) búlgaro Krum. La batalla fue feroz, ya a pesar de que inicialmente los bizantinos parecían tener ventaja, los búlgaros lograron dar la vuelta al curso de la batalla. Se dice que Krum desencadenó una maniobra táctica ingeniosa al retirar parte de sus fuerzas, atrayendo a los bizantinos hacia el centro de su ejército, para luego cerrar filas y rodear a las fuerzas bizantinas.

La derrota bizantina fue decisiva, y Nicéforo I fue asesinado en la batalla. Su cabeza fue cortada y utilizada por Krum para hacerse un cáliz con su cráneo. La victoria búlgara en Pliska consolidó el poder del Primer Imperio Búlgaro en la región y debilitó significativamente la posición de Bizancio en los Balcanes. La derrota tuvo un impacto duradero en la política de la región y marcó el comienzo de una serie de conflictos entre los dos imperios. Ello se debe a que el hijo de Niceforo, Estauracio, sobrevivió a la batalla, pero con graves heridas, lo que le hizo abdicar meses después en Miguel I Rangabe, que juro venganza.

La Batalla de Pliska es recordada como un evento significativo en la historia de Europa Oriental y dejó una huella duradera en la memoria colectiva de los búlgaros.

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