Aún a la espera del estreno de Death Proof, la otra parte de esta obra simbiótica que es Grindhouse, estamos siendo y seremos testigos de lo que posiblemente se el BOOM del cine de Clase Z: Un maremagnum de coleccionables, anuncios de TV y reediciones de películas olvidadas que nos transportaran a ese ambiente hediondo y excitante de las películas con denominación de origen “casposa” de los 70s.
Y es que Quentin Tarantino en su afán cinéfilo sería comparable con el Dr. Herbert West de Re-animator. Un ser realmente inescrutable con el poder de devolver a la vida lo que se proponga, aunque sea para un reducido sector. Extrae de si mismo esa curiosidad y afición desmedida por cosas aletargadas y se la contagia al resto del mundo. Lo hemos visto a raíz del estreno de Kill Bill. En un momento las estanterías de los grandes almacenes empezaron a llenarse de clásicos extravagantes de cine Kung-Fu y artes marciales, tres años de publicidad se han nutrido de los resquicios de su banda sonora y quién no ha tenido, por lo menos durante una semana, el característico silbido para anunciarle que ha recibido un SMS. Lo mismo pasó con Pulp Fiction y las novelas “da a duro” o con “Little green bag” y las campañas para vender trajes.
Tarantino es un hombre de grandes minorías. Seguramente con más detractores que acérrimos aduladores. Que vive en un mundo de fantasía en el que desayuna con James Dean, juega al tenis con Leatherface y se va a cenar con Rita Hayworth. Es un ser realmente enfermizo que vive, sueña y respira en torno al cine. Quizá con la única satisfacción de regodearse en el metraje rodado… Egocéntrico, desquiciado, fanático y aun así entrañable.
Desde hace un par de semanas no hago más que escuchar críticas sobre su aportación a la película. Resumiéndolas todas en un concepto éste sería “la peor de Tarantino”
Y me quede pensando que decir tal cosa… ¿No sería como decir: ¿El peo disco de los Beatles, la peor pizza que has comido o el peor polvo que has echado?
El proyecto de Grindhouse fue creado por Quentin Tarantino y Robert Rodríguez, principalmente, para producir películas que se visionasen tal y como se veían en las antiguas sesiones dobles americanas, con partes cortadas, fotogramas quemados o borrosos y picos de audio. Un ejemplo salido de este proyecto es la película de Robert Rodríguez, “Planet Terror”. La sorpresa entre los espectadores menos introducidos en el mundo del cine ha llevado a algunas salas de exhibición a situar en las taquillas notas informativas donde explicando las características de las películas, no achacables en ningún modo a defectos de proyección de las salas.