Enfermeros, en el filo de la navaja

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En España lo más parecido a una navaja suiza es un enfermero. O un maestro, o un conductor de autobús o un … La tendencia a que un profesional haga en su puesto de trabajo no solo aquello para lo que está preparado, sino cualquier cosa que se tercie está muy extendida. Y hay veces que puede, no sé, carecer de importancia, si eres contable y tienes que arreglar la conexión de tu ordenador. Pero a veces ese pluriempleo es peligroso, si además de conducir un autobús debes vigilar al pasaje y darles bolsa de mareo con una mano, mientras sujetas el volante con la otra. Arriesgado, si eres profesor, y además de enseñar matemáticas debes ser psicólogo. O ser causa penal, si siendo enfermero haces, que es lo cotidiano, lo que no debes. El tema salió a la palestra con la enfermera de Rayan, aquella chica que provocó, o tuvo que ver, con la muerte de un niño en Madrid en 2009, por hacer tareas en una unidad de intensivos, para la que se estaba formando, pero para las que aún no estaba preparada. Luego se ha vuelto a reabrir cuando varias asociaciones de padres y enfermos han reclamado que los profesores y maestros deben asumir la tarea de vigilar, atender y prestar atención a sus hijos diabéticos. Y ahora por una posible huelga de enfermería, en la administración de vacunas. Todos entendemos que hay una cosa que se llama humanidad, y que ante una situación extrema o comprometida hay que actuar. No me imagino, porque habría de ser muy cabrón, que un profesor no atiende a una alumna con un ataque de hipoglucemia. O un autobusero que pase viendo en su autobús como un grupo de adolescentes pegan a otro (bueno eso ha ocurrido, apuntar a otro en la lista de cabrones titulados). Pero aquí no hablamos de una situación sorpresiva, sino de la rutina diaria. Los titulados en enfermería (entre los cuales me incluyo) estamos capacitados y autorizados, para poner en práctica, resumiendo, las decisiones de un médico. No para tomar nosotros esas decisiones. ¿Y eso por qué? Porque lo dice la ley, y porque nuestra preparación va enfocada a eso. En una circunstancia excepcional, tomaremos iniciativas, como lo haría cualquiera, con la ventaja de una formación más específica que cualquier ciudadano. Pero siempre en riesgo.

Granada, año 2017, un ciudadano cae a plomo en medio de una calle víctima de un infarto. Un viandante, a la sazón enfermero, le atiende en la vía pública, le da un masaje ante el paro que sufre, y le salva la vida, coste, dos costillas rotas y una fisura en la pleura, de la cual se recuperó. El ciudadano demanda al enfermero por lesiones. 4.500 € de multa al contado. De eso hablamos.

Ahora el tema se plantea no con uno, sino con miles de ciudadanos. Cada vez que un paciente entra por la puerta de un consultorio, el enfermero-era debe valorar si el paciente está en condiciones de recibir el fármaco o la vacuna, así a pelo, a ojo. Que no tenga fiebre, que no presente indicios de otra patología, que no sea alérgico… Te puedes equivocar, como cualquier otro profesional sanitario. La pega es que el médico se equivoca en el ejercicio de una función que le compete, nosotros nos equivocamos haciendo algo que ya de entrada, no debemos hacer, estamos tomando una decisión a la que la ley no nos autoriza, y por eso, podemos incurrir en un delito. Más grave aún que ese que deriva de poner inyecciones de medicamentos o vacunas prescritas por un médico, pero que no cubre la seguridad social, caso de la de la meningitis en algunas comunidades, y que paga el paciente. ¿Y si se te rompe la vacuna, que vale además una pasta?, la pagas tú, la seguridad social no, porque la estas poniendo por tu cuenta, la ley no te autoriza.

Todo este tipo de circunstancias derivan de una doble intención. Crea un vacío legal en el que la administración se salva, porque el trabajo se hace, pero ella carece de responsabilidad, que deriva en el trabajador. Y una reducción de costes, derivados de una mayor formación de esos profesionales y de una remuneración acorde a unas funciones superiores y que están acompañadas de mayor responsabilidad. Vamos, que cobra menos un albañil que un arquitecto, y si el albañil pudiera firmar proyectos y planos, mejor, más barato, aunque se caiga la casa.

La situación hasta aquí planteada apunta a que se va a complicar. La puesta en marcha del espacio Bolonia, y con él los nuevos planes de estudio y la nueva delimitación de competencias crea una gran incertidumbre en lo relativo al trabajo que tendrán que desempeñar los que ahora están entrando en la universidad. De otro, la falta de eficiencia de nuestros políticos nos sigue colocando en una difícil situación.

Aunque parezca increíble, solo una comunidad autónoma (Andalucía) tiene en funcionamiento una ley del medicamento que regule las competencias profesionales de la enfermería. Por el contrario, la única ley estatal que regula la situación, la de Garantías y Uso Racional de los Medicamentos y Productos Sanitarios, sigue atascada en el parlamento, en este momento gracias a la capacidad de bloqueo de los senadores del PP. En el fondo la intención de los populares de meter en el saco de esta ley la modificación de la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, en un sentido que beneficia, ir a saber porque, a los fisioterapeutas. Y o van las dos o no va ninguna.

En medio de esa parálisis legislativa, gracias a nuestros padres de la patria, el consejo general de enfermería ha denunciado la situación de indefensión jurídica de los enfermeros, que “prescriben fármacos y productos sanitarios cada vez que curan una herida y deciden darle un ibuprofeno a un paciente. También ponen las vacunas pediátricas sin indicación médica individualizada o asisten a trabajadores con algún problema de salud en los servicios de salud laboral de las grandes empresas, y todo sin el amparo de la legalidad. Ya que, en realidad, la normativa no lo permite”, según ha explicado Rafael Lletget, asesor de ese consejo. Esta situación se extiende en la práctica a muchas otras profesiones, en las que el intrusismo, que eso es lo que hacen los enfermeros, se está convirtiendo en norma ante la falta de delimitaciones claras de competencias.

Hay una salida, que es la única que no solemos practicar los estudiantes. Muy distinto habría sido el famoso problema de los bachilleres que, desde este año, cuando están en segundo de bachillerato, ya no pueden hacer psicología desde la opción de ciencias sociales, si estuviesen unidos y montasen un buen pollo. Pero como aquí cada uno va a lo suyo, pues …

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