Elena Anaya

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¿Alguien ha visto a Elena Anaya?, el gran clásico cinematográfico de Alberto Lavín, retrato, como fondo a las pesquisas existenciales de dos muchachos, la fascinación y el encanto de una de los símbolos de una generación de actrices españolas llamadas al estrellato por su belleza, su candor y la capacidad de enajenar en sueños a los que las seguimos.

La palentina Elena Anaya inició su vida, en realidad, muy lejos de la frágil sensualidad que desprende hoy, envuelta, entonces, en los combates de su escuela de kárate, el gimnasio Okinawa, bregando entre los matorrales de los bosques que ascendía, gusta recorrer. Influida por la separación de sus padres, Elena fue en su adolescencia una chica normal, deportista, aventurera, existencial, seguidora de Mecano a los que siguió por toda España, envuelta en su chupa roja, y poco volcada en el estudio, en el que, pese a su inteligencia, apenas destacó. Aprobaba con buenas notas, pero lejos de implicarse y mostrarse como líder. Y es que a ella la interesaban otras cosas, como este trabajo extraño de la actuación en el que, metido en la piel de otro, cuentas historias, vives otras vidas y te conviertes en un revulsivo para las de otros. Su inquietud discreta la llevaría, incluso a convertirse en cocinera en la pensión de estudiantes que su madre había instalado en casa. A la altura de 1996, con 21 años, Elena tenía clara su vocación artística, así que aquel verano se marchó a Cádiz para hacer las pruebas de acceso a la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid (RESAD), a la vez que realizaba un curso de interpretación con el actor Manuel Morón. En aquellas mismas fechas, lejos de allí, Alfonso Ungria realizaba las pruebas para su película “África”. Desesperado ante la falta de talento de las quinientas actrices que por las pruebas habían pasado, Ungria llamó a la representante Katrina Bayonas, a la sazón representante de nuestra actriz. Bayonas le habló de Elena, la cual paso la prueba. Pero sabedora de que Alfonso buscaba a una chica de 15 años para su historia, Elena mintió en su edad. A la hora de firmar el contrato Ungria descubrió el engaño, resuelto con una frase lapidaria “Bueno, supongo que, si todos nosotros nos lo hemos tragado, también se lo tragarán los espectadores”. Así nacía una estrella. Tras “África” llegaría “familia” de Fernando León. Era un comienzo prometedor, pero que obligo a Elena a una ausencia casi constante a sus clases del a RESAD, por lo que fue expulsada. Bajo el magisterio del actor Juan Carlos Corazza, Elena maduró, comenzando a ser un rostro obligado del nuevo cine del a época (“Grandes Ocasiones”, “Finisterre”, “Lágrimas Negras”, “Las huellas borradas”, “El invierno de las Anjanas” o “El árbol del penitente”.

Pero su gran explosión como actriz llegaría en el año 2000. Julio Medem, uno de los grandes se fijó en ella para su nueva producción “Lucía y el Sexo”. Afrontaría en este trabajo un papel que muchas actrices habrían descartado por su riesgo y dificultad, el de dar la réplica a Tristan Ulloa en forma de niñera morbosa y seductora. La recompensa fue enorme. En 2002 es nominada al Goya a la mejor actriz secundaria, recibiendo después el premio a la Mejor actriz de reparto que otorga la Unión de Actores.

“Lucia” la abriría las puertas del cine con mayúsculas y la compañía de otras grandes, como Penélope Cruz y Victoria Abril, con las que compartiría cartel en otro de los taquillazos súper nominados del cine español, “Sin Noticias de Dios”, de Agustín Díaz Yanes (11 nominaciones a los premios Goya). Después llegarían “Hable con Ella” (Oscar 2003), de Pedro Almodóvar, donde seguiría trabajando con la élite (Paz Vega, Leonor Watling o Pilar López de Ayala). Tras varios trabajos de calidad (“Rencor”), Elena recibiría a fines de 2003 la llamada de Hollywood. Trasladada a los Ángeles, ha sabido combinar cine más intimista y de autor, con grandes superproducciones (“Van Helsing”), pero siempre junto a grandes directores (Stephen Sommers) y actores (Hugh Jackman, Kate Beckinsale o Richard Roxburgh).

Hoy, su pasión por la actuación sigue llevándola desde los grandes focos de Hollywood, hasta los más intimistas teatros, donde recrea con sabiduría, pese a su edad , textos como los de Lucas Moodyson, autor con el cual obtuvo un gran éxito la pasada temporada en Madrid, al interpretar, bajo al dirección de Gísli Örn Gardarsson y junto a Gael García Bernal y Daniel Brühl la obra “Together”, a la vez que ensayaba “Savage Grace”, un proyecto cinematográfico, ya estrenado, junto a Julianne Moore. Hoy muchos creen que su carrera ha declinado, envuelta como vive en una extrema discreción, alejada de ese carácter de sex symbol que algunos la fabricaron después de “Lucia y el sexo”, o de ese aire melancólico que la tiño en “La piel que habito”, de Almodovar, con quien ganaría un Goya. Hoy pasea tranquila y reservada su figura menuda por las calles de su barrio, amable con quien la identifique y confiada en una larga vida de estrella, que no ha hecho más que empezar.

Imagen Rtve.es

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