El pasado 2019 la plataforma HBO estrenó una de las series mejor valoradas de todos los tiempos. Una miniserie de 5 episodios de medio terror en la que se narra la explosión que sufrió el 26 de abril de 1986 uno de los cuatro reactores de una central de Ucrania provocando una explosión masiva liberando material radioactivo a lo largo de kilómetros.
La serie, desde distintos puntos de vista cuenta lo que ocurrió en torno a una de las mayores tragedias y el peor desastre nuclear de la historia, solo igualado por el ocurrido en Fukushima, además de los sacrificios que se realizaron para salvar el continente de un desastre sin precedentes.
Desde aquel 26 de abril, zonas como Piraypat, Kopatchi y Zaleste se han convertido en auténticos pueblos fantasmas en donde solamente conviven diversas especies de animales alrededor de edificios de viviendas en las que los arboles han ido introduciendo sus ramas. Dentro de esas viviendas albergan recuerdos inquietantes de los trabajadores de la central que una vez vivieron allí.
No contentos con ese desastre, unos días antes del 34 aniversario del mayor accidente nuclear en la historia de Europa, en ese mismo lugar ocurrió otro desastre que debido a la coyuntura, la noticia pasó relativamente desapercibida en los telediarios de todo el planeta, fruto del monopolio informativo amasado por el coronavirus.
La zona de exclusión por radioactividad sufrió un incendio que amenazaba con llegar al cuarto rector, el que sufrió el accidente. Algo que multiplicaría exponencialmente aquel desastre.
Según los datos que publicaron las autoridades oficiales, el fuego arrasó más de 100 hectáreas de la superficie cercana a las proximidades de la planta nuclear. Según Greenpeace hubo 34.000 hectáreas afectadas con un segundo fuego que ocupaba un área de 12.000 hectáreas.
Por hacerse una idea, la estimación de las autoridades ucranianas dijo que la vida humana no será segura hasta pasado 20.000 años.
Las llamas devoraban la denominada zona de exclusión de Chernóbil, un territorio de 2.600 kilómetros cuadrados alrededor de la antigua central atómica que explotó en 1986 y donde el acceso y la habitabilidad está severamente restringida por las autoridades.
A Principios de abril, la situación se puso crítica, las llamas se hallaban muy cerca de los depósitos de Podesli, donde se han almacenado residuos radioactivos de toda la zona y de la planta.
El fuego ya había alcanzado el pueblo de Pripiat, cuidad soviética junto a la central donde residían los trabajadores de la planta y sus familiares, siendo actualmente una ciudad fantasma.
La preocupación de las autoridades ucranianas y el seguimiento que se estuvo haciendo desde otros países de Europa occidental se debió al riesgo de que el humo de esos incendios se adentrase en la zona de exclusión de la averiada central atómica y pudiera desplazar nubes de radioactividad hacia el suroeste occidental.
Las mediciones oficiales realizadas fuera de Ucrania, a su paso por territorio francés, fueron insignificantes.
El 5 de abril, El jefe de Servicios de Inspección Ecológica del Gobierno Ucraniano, Yegor Firsov, informaba de “las malas noticias”, ya que los niveles de radiación estaban 16 veces por encima de los niveles aceptables para la salud debido a que el calor había removido las cenizas radioactivas.
El efecto inmediato del incendio fue la destrucción de una de la ultimas zonas completamente vírgenes que existe en el continente europeo, con una gran biodiversidad, ya que en los últimos tres decenios no se ha ejercido en ella ninguna influencia humana.
Varios centenares de bomberos, aviones y helicópteros consiguieron paliar las llamas hasta que semanas después, finalmente y gracias a la ayuda de las fuertes lluvias consiguieron controlar el incendio sin llegar a causar más deterioro en el ecosistema.
De hecho, el 14 de abril el propio Yegor Firsov dio gracias a la lluvia por ayudar mitigar el incendio.
Esto es simplemente un ejemplo de un desastre paralelo a la crisis del Covid al que no se le ha dado tanta importancia mediática pero no hay que olvidar que aunque el virus esté ocupando los telediarios de todo el mundo, cientos de desastres ocurren cada día en diferentes partes del planeta de los que ni siquiera somos conscientes. Bien sea por intereses políticos, institucionales, empresariales etc.
Por eso es tan importante adquirir la costumbre de hacer una investigación propia realizando una buena búsqueda de información en distintos medios así como intentar acudir a fuentes primarias y solventes.
https://www.muyinteresante.es/ciencia/especiales/chernobil-30-anos-despues