Descubriendo a Gelman

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Vivir significa actuar, intervenir en el destino, tender la mano a quien lo precisa, mirar todo con crítica meditada, no pasar de largo ante el llanto ni la oscuridad. Nunca ser en la tierra un mero pasajero. En la antigua Roma, las vestales velaban por la justicia y la ley con su sola presencia, siendo capaces de detener un mundo incapaz hasta de tocarlas, o incluso de ponerle en marcha. Otros tras ellas han actuado en la vida con las armas, el amor o el conocimiento, Gelman lo hizo con la palabra

Para muchos solo será hoy una noticia más entre la vorágine de cualquier telediario, desde este lado del Plata, y desde miles de almas sensibles y agradecidas ha muero un heroe.

El argentino Juan Gelman, uno de los verbos más galardonados de las letras hispanas, arrancó su vida en Argentina, aunque esta hubiera despertado de una raiz judia de la antigua Unión Soviética.

Inquieto y despierto, un joven Gelman, de apenas 15 años, comenzó a escribir y mostrar su talento, en los viejos tiempos del peronismo argentino, casi acabada la Guerra Mundial, y mostrando militancia comunista. La cárcel, a la que le condenó el ominoso presidente José María Guido, no hizo si no reafirmar su conciencia crítica y su compromiso con la izquierda argentina. Cuando su país comenzó a deambular hacia el desastre, y la amenaza de horror de estado tomo forma, Gelman se integro en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, de tendencia peronista. Era el año 1967 y, de aquellas, Gelman era un descollante escritor de la revista Panorama.

Armado de palabras, Gelman se enfrentó a las dictaduras de Onganía y Lanusse, critico al timorato gobierno de Cámpora y al deslabazado gobierno del último Perón, el que solo era una sombra. Cuando la represión asomó, los grupos opositores, formados por la integración de las FAR y Montoneros, le pidieron que se marchara al extranjero, a defender la lucha de un pueblo, el argentino, el sudamericano, ahogado en sangre.

Pero el infierno estaba aun por llegar. Un año después, sus hijos Nora Eva y Marcelo Ariel, así como su nuera María Claudia García Iruretagoyena, ya embarazada, fueron secuestrados por la dictadura. Su hija entraría en el reino de la locura. Su hijo apareceria embalsamado en cemento, en la orilla de un rio, y su nuera moriría meses después en un hospital uruguayo, tras dar a luz una niña, Andrea, desaparecida tras el parto.

En los siguientes años Gelman viviría con su corazón desterrado, y su alma ajada de heridas. No publicó durante años, se enfrentó a los montoneros, acusandoles de repartidores de la muertee, se ahogo en su llanto y de forma incansable buscó a su nieta. Y no cejó en sus convicciones. Rechazo la amnistia argentina, renunció a olvidar a su familia masacrada y perdida y reafirmo en cada uno de sus esquivos escritos su compromiso con la humanidad. En el año 2000, en un episodio ya legendario, y gracias al apoyo de sus amigos, encontró a su nieta, que decidió llamarse Macarena Gelman, llevó ante la justicia a los asesinos de su familia, y aun tuvo fuerzas para desenfundar la palabra y escribir. Como siempre con compromiso.

Apoyado en Macarena, y recobrado el vigor, Gelman nos ofreció lo mejor de si mismo en los últimos años, retomando el poder del lenguaje y la sorprendente fuerza creativa que había nacido en 1962 con uno de sus grandes libros, “Gotán”. Un libro clave y desbordante, desde su título, ese tango tan argentino escrito al revés.

Para el mejicano Carlos Monsiváis “La obra de Juan Gelman es un ir y venir entre las atmósferas de todos los días y la reflexión sobre la escritura poética”. Gelman hacía pensar en alguien que silba lejos, que hace frases intensas o parafraseos coloquiales, que puede usar muchos diminutivos, que puede romper la sintaxis y torcerle la conjugación a un verbo hasta hacerlo regular, que puede crear idioma, que puede poner nombre a lo que no existe, o a lo que no podemos, o queremos, nombrar.

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