Si analizamos las edades a las que los políticos más recientes se han convertido en presidentes del gobierno, nos encontramos a Felipe González con 40, José María Aznar con 43 y José Luís Rodríguez Zapatero con 44. Deducimos que en ese momento, eran personas bastante jóvenes, sobre todo, si los comparamos con los candidatos de las últimas elecciones generales.
A ellas acudían los candidatos Mariano Rajoy, con 56 años, Alfredo Pérez Rubalcaba, con 60, Cayo Lara, con 59, Rosa Díez, con 59 también, y Miguel Ángel Revilla, entre otros, con 68. Resulta cuanto menos impactante, que en nuestra sociedad de hoy en día, donde miles de personas acampan en las calles reclamando una democracia más justa y más renovada, la clase política esté formada al completo por personas, indudablemente, con veteranía.
Lo que nadie sabe es, si por las circunstancias en las que nos encontramos, o porque no se fían dentro de los partidos de las nuevas incorporaciones, se ha establecido en todos los partidos un pacto no escrito, de que los candidatos, en lugar de nuevas ideas renovadas, como aportan los jóvenes, reúnan una serie de características tales como veteranía y experiencia en el gobierno.
La cuestión de fondo sigue siendo ¿por qué? Eso costará saberlo, pero lo que más importa, es que haya una renovación, sobre todo interna en los partidos, y que personas más jóvenes vayan adquiriendo cargos más importantes dentro. Pero mientras los veteranos no se den por satisfechos dentro de la política, y se puedan retirar con la máxima jubilación posible, seguirán acaparando toda la atención, y mantendrán cierta rigidez democrática en nuestra sociedad, salvo que salga un grupo político desde el movimiento 15-M y vaya cambiando los puntos flacos de nuestro sistema.