De Landáburu y otros exiliados

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“Me tienta la visita a muchos lugares del mundo, pero hay un viaje que me tienta más que otros, un viaje que casi todos vosotros podéis hacer y yo no, el viaje al único país de la tierra que me está prohibido, a esa Euzkadi peninsular tan próxima y tan lejana, tan mía y tan poco mía desde hace más de veinte años. Que sea cuanto antes”.

Ese “cuanto antes” no pudo ser tampoco para él, ya que al cabo de pocos años, en 1963, fallecía en París Francisco Javier Landaburu, colaborador de Aguirre y vicepresidente del Gobierno Vasco en el exilio tras el fallecimiento del lehendakari. Es la historia de otro de tantos exilios, otro más de esos destierros que marcan la historia de nuestro pueblo como una constante inevitable.

El lehendakari Aguirre antes de ser exiliado

Alavés convencido, euskaltzale, dirigente del PNV, abogado, el año pasado, el 7 de septiembre, debiera de haberse conmemorado el centenario de su nacimiento. Como es habitual, el silencio ha sido la nota dominante. En el curso de aquel 2007 en el cual tanto se habló de memoria histórica, de reconocimiento a las víctimas del franquismo, nombres como el de Landaburu siguen proscritos, exiliados de nuestros textos escolares, de los medios de comunicación, exiliados para siempre a pesar de que sus restos reposen hoy en Gasteiz, a pesar de que su nombre bautice un premio anual Y eso que Landaburu encajaría perfectamente en el ámbito de lo políticamente correcto: ni hizo uso de las armas, ni invocó ninguna revolución pendiente, ni pudo discrepar de la transición; su ideología está más o menos permitida y el partido en el cual militó permanece en el poder desde las primeras elecciones generales. Sus ideas, las de la Europa unida, una Europa que no fuese una pura unión económica, sino de pueblos y culturas, “no ese super-Estado que administra carbón, acero y bayonetas”, parece estarse fraguando en medio de las dificultades. Y, sin embargo, casi nadie habla de Landaburu.

Francisco Javier Landaburu y Fernández de Betoño nació el 5 de setiembre de 1907, en Gasteiz. Se licenció en Derecho por la Universidad de Valladolid. En 1926, el joven abogado escribió en el Heraldo Alavés su primer artículo. Por esas fechas se iniciaba su colaboración en Vida Vasca, Euskal Esnalea, Euskalerriaren Alde; más tarde su firma aparecería en BIAEV, Eusko Gaztedi, Euzko-Deya de París y, sobre todo, en el Alderdi del PNV. En 1927 tomó parte muy activa como secretario del Grupo Baraibar, dedicado al fomento del euskera en Araba, así como en la Sociedad de Estudios Vascos, colaborando en la preparación del proyecto de Estatuto de Autonomía.

Francisco Javier Landáburu junto al matrimonio en cuya casa estuvo emparedado 13 meses para evitar la represión franquista

Según ha escrito Gorka Aulestia (www.hamaikabide.org), Landaburu se mostró siempre como vasco-alavés y ferviente vitoriano. Años más tarde, durante el duro exilio parisino, evocaría con nostalgia los recuerdos de su juventud, la festividad de San Prudencio, la retreta, los amigos (algunos de ellos fusilados por los sublevados): “Once años viviendo en tierra extranjera más caritativa que la nuestra desde que fue abonada con estiércol totalitario después de ser roturada con las bayonetas del rencor”. El golpe militar le sorprendió en Gasteiz. Detenido dos veces y puesto en libertad, ante la sospecha fundada de una tercera detención y del riesgo de ser fusilado, permaneció escondido trece meses, literalmente emparedado en su domicilio. En setiembre de 1937 logró atravesar la frontera y establecerse en Donibane Lohitzune, trasladándose más tarde a París donde residió prácticamente el resto de su vida. Allí contrajo matrimonio con Kostantiñe Illaramendi con quien tuvo siete hijos. En 1938, el PNV le nombró delegado del Gobierno Vasco en la Liga Internacional de los Amigos de los Vascos, fundada el 16 de diciembre de ese año, y presidida por el Cardenal Verdier. En 1940 fue confinado a La Rochelle, de donde consiguió huir de la Gestapo y volver a París. Aquí tomó parte activa en la resistencia francesa en favor de los aliados y, después, en la frágil Delegación del Gobierno Vasco, en la Avenue Marceau. En 1951 dicha delegación fue clausurada por las autoridades francesas presionadas por Franco. En estos años el intelectual alavés se convirtió en voz y brazo derecho del lehendakari Aguirre en las tareas internacionales.

El abogado vitoriano se distinguió además como intelectual de vasta cultura. En 1948 participó en el Congreso de Estudios Vascos celebrado en Biarritz en el que tomaron parte profesores vascos diseminados por todo el mundo. Landaburu fue nombrado director de la sección de Derecho Vasco y pronunció una conferencia sobre Francisco de Vitoria. Más tarde, en 1956, fue nombrado presidente de la sección de cultura del I Congreso Mundial Vasco celebrado en París. En el mismo impartió una interesante conferencia sobre la importancia de la cultura vasca en la que resaltó el euskera: “De todos esos problemas, en la cultura vasca hay uno que tiene primacía, hay uno que tiene carácter urgente, urgentísimo, y es el problema de la lengua”. En su producción escrita conviene resaltar además de innumerables artículos, el libro “La Causa del Pueblo Vasco” (1956); se trata de un alegato contra el franquismo y la calumnia lanzada por el general golpista en el discurso del primer aniversario de la sedición militar, afirmando que “los que destruyeron Guernica no tienen derecho a hablar de patria”.

La dedicatoria del citado libro es muy significativa: “En recuerdo de todos los vascos muertos durante la guerra fratricida causada por la sublevación de 1936”. Es significativa porque hoy ni siquiera Landaburu es recordado. Si esto ocurre con una de las grandes figuras del nacionalismo y de la política vasca, no es difícil imaginar qué quedará de todos esos hombres y mujeres perdidos en las cunetas, en cualquier sima, en todos los exilios que marcan nuestra historia. Si no han hablado de Landaburu, que no fue guerrillero, ni revolucionario, ni mujer, qué dirán de quienes sí lo fueron. Y ahí está nuestra apuesta.

En memoria de Aintze Zaratagabaster Weyden, redactora de este artículo, uno de los pilares de eolapaz, fallecida de cáncer, muy lejos de su tierra, muy cerca de nosotros

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