La legislatura más breve de la democracia española ha tenido como presidente de las Cortes a uno de los políticos más apasionados con el diálogo y el consenso. Así es Patxi López.
Patxi López nos recibe en el Congreso de los Diputados. Llueve en Madrid y todo parece indicar que comienza la cuenta atrás para la convocatoria de elecciones el próximo mes de junio. Afectuoso y cercano, nos confiesa que la más corta legislatura de nuestra democracia es, sin duda, un fracaso político colectivo, “pero de unos más que de otros”, pese a lo cual, votar “no es ningún drama”.
A punto de decir adiós a la tarea de los últimos meses, defiende el papel responsable de Pedro Sánchez al intentar buscar la suma para un gobierno en una situación absolutamente inédita y entiende el “cabreo” de los españoles ante la falta de entendimiento de los líderes políticos. “Pactar no es traicionar nada”, defiende con vehemencia el presidente del Congreso. Para el que fuera Lehendakari de 2009 a2012 “dialogar, negociar y pactar son palabras viejas necesarias para la nueva política”. De su experiencia al frente del gobierno vasco guarda como un tesoro el valor de estas palabras.
Pregunta: ¿Es muy distinto el Patxi López que entrevistamos en 2011 al de hoy?
Respuesta: Aunque entonces era Lehendakari y ahora me entrevistáis como presidente del Congreso, íntima y personalmente no he cambiado mucho. Más edad y poco más, aunque con más experiencia porque todos los días aprendes algo que suma.
P: ¿Y ve diferente la sociedad ahora desde su despacho del Congreso?
R: En aquel momento la política vasca estaba definida por una confrontación permanente y una división en la sociedad. Cuando llegué a la lehendakaritza existía una banda terrorista como ETA que asesinaba a los que no pensaban como ellos y comenzaba a golpearnos la crisis. Las políticas entonces iban encaminadas a unir a la sociedad vasca alejando los conflictos identitarios e intentar hacer frente a la crisis con los recursos que tenías. Ahora estamos también en una situación inédita en la política española, con decisiones inéditas y nuevas. Nunca había habido plenos con un gobierno en funciones, ni un gobierno en funciones que no quisiera venir al Congreso a someterse al control de la cámara. Cosas distintas, ero, en el fondo, lo que uno ve es que la sociedad sigue queriendo implicarse, ve una sociedad que exige más limpieza, transparencia y participación. Hay que abrir todos los canales para poder hacerlo.
P: ¿Cómo se entiende que siendo entonces las circunstancias tan difíciles en Euskadi, fuese posible gobernar con el PP y llegar a acuerdos y ahora no haya sido posible?
R: Entonces fue muy fácil ponerse de acuerdo atendiendo a tres puntos fundamentales. Primero, dejar atrás el conflicto en el que se quiere clasificar a los vascos pues había quien decía cómo se era buen vasco o no. Después, utilizar todos los mecanismos para combatir el terrorismo, recuperar las calles para los demócratas y en tercer lugar , defender lo público, la red de políticas sociales para no dejar a nadie en la cuneta. Ahora no son las mismas circunstancias. El Partido Socialista pretende dejar atrás el tiempo de Mariano Rajoy, su reforma laboral de salarios de miseria y contratos de explotación, la LOMCE, los copagos sanitarios, la privatización de los servicios públicos. Es difícil ponerse de acuerdo con quien lo ha hecho posible y lo sigue manteniendo. Por otro lado, hay formaciones que podrían haberse puesto de acuerdo para sumar, para un gobierno de cambio. Pero creo que hay quien no ha entendido que pactar no es traicionar nada, que para pactar siempre hay que ceder y que uno no puede imponer el cien por cien de sus pretensiones. Dialogar, negociar, pactar son palabras viejas pero muy necesarias en la nueva política.
P: Respecto al problema catalán, ¿estamos ante el mismo desafío que en Euskadi pero quizá llevado a un estadio superior?
R: Desde luego, hay que defender la Constitución. La ley es lo que garantiza nuestra libertad y la igualdad de la ciudadanía, pero, además de eso, hay que hacer una propuesta política en Cataluña, no para contentar a los independentistas, sino para decirle a la sociedad catalana, que aquí hay un proyecto de España en el que todos podemos sentirnos más o menos cómodos, convivir y progresar juntos. El PP esgrime la ley y solo la ley. Los socialistas, además proponemos la evolución hacia un modelo federal y un sistema de financiación más justo, equitativo, equilibrado, que tenga como base la igualdad y la solidaridad. Y queremos que en un país tan descentralizado como el nuestro, haya una lealtad en las competencias, una verdadera cámara territorial, un Senado, en la que definamos entre todos la política del conjunto. Eso es política, no solo ley.
P: ¿Qué siente el ciudadano López al haber asumido esta responsabilidad como Presidente del Congreso y ver que tan rápidamente va a llegar a su final sin conseguir sus objetivos?
R: Asumí la responsabilidad con la satisfacción y el orgullo de que los tuyos te propongan y también con una gran responsabilidad cuando te subes ahí arriba. Ahí están 350 personas que representan la soberanía de todos los españoles y españolas. Esta cámara es el epicentro de la política y me ha tocado dirigirla en un momento totalmente nuevo y no fácil, con una mesa más plural. Para mí esta etapa ha sido muy enriquecedora. Corta pero muy intensa.
P: Sin duda, la hubiese preferido más larga…
R: Sí, pero no por lo que a mí se refiere, sino por lo que significaría que hubiera sido posible un gobierno, que es lo que necesita la gente de este país.
P: ¿Fue temerario que se iniciara un debate de investidura sin que Pedro Sánchez tuviera garantías para salir elegido?
R: No, al revés. Rajoy, nada más ganar las elecciones el 20 de diciembre, tenía que haberse puesto a trabajar en busca de acuerdos. No lo hizo, declinó el encargo del Rey y entramos en un vacío absoluto, pues no está previsto en la Constitución que no haya candidato. De hecho, si no llega a producirse la primera votación de investidura, no habríamos puesto en marcha el reloj y podríamos haber estado hasta el infinito con esta cámara y con un gobierno en funciones. Pedro Sánchez lo intentó y llegó a un acuerdo con Ciudadanos, el único sobre la mesa, con 200 medidas, ni exclusivo ni excluyente, sino la base a la que se podían ir sumando otro tipo de iniciativas. No fue posible que otros se sumaran, por lo tanto, no solo me parece que no fue temerario, sino que fue muy responsable con la democracia. Creo que supo leer bien lo que habían dicho los ciudadanos en las elecciones.
P: ¿Piensa que esto ha podido contribuir al desencanto de los españoles con la política, o al contrario?
R: No sé si al desencanto, pero al cabreo, seguro. Entiendo que no se puede decir a los ciudadanos, “os habéis equivocado”, que tenéis que volver a votar a ver si acertáis. Los ciudadanos nos pidieron gestionar esta pluralidad, buscar la suma para un gobierno. En el fondo, la nueva convocatoria es un fracaso de los políticos pero es verdad que más de unos que de otros. Unos lo han intentado, con un acuerdo sobre la mesa, y otros nada. Entiendo que la gente se cabree si no se ha sabido gestionar su voto. No sé si eso se traducirá en más abstención. La política debe saber gestionar también los sentimientos de la gente y, en este momento, hay cierto cabreo.
P: Ha utilizado la palabra fracaso para referirse a esta legislatura. ¿Le pondría el nombre de alguien a este fracaso?
R: No, es un fracaso colectivo, pero tendrá menos responsabilidad el que lo ha intentado, el que se puso a la cabeza para buscar un gobierno, el que ha hablado con unos y con otros, y tendrá más responsabilidad el que no se ha movido del sillón o el que, en lugar de buscar como sumar, ponía líneas rojas. ¿Parece evidente, no?
P: ¿Se ha perdido para siempre el espíritu de consenso de la Transición?
R: En España hemos perdido la costumbre de lo que significa pactar y acordar. Lo hicimos extraordinariamente bien entonces. Pactaron no solo adversarios políticos sino gente que había sido enemiga hasta hacía dos días. Por encima de sus pretensiones particulares pusieron el valor del consenso y el de construir país. Pero, a partir de entonces, no hemos necesitado en España esos acuerdos. Ahora, después de tantos años, es la primera vez que se nos ha puesto encima de la mesa esa necesidad de recuperar el diálogo y el pacto y es posible que hayamos perdido la costumbre.
P: Ha calificado la repetición de las elecciones como un fracaso. ¿qué efectos cree que tendrá en nuestro sistema democrático teniendo en cuenta que, según las encuestas, no habría grandes cambios en el sentido del voto?
R: Es un cierto fracaso de la política pero nunca es un drama votar. Es la esencia de la democracia, por tanto, tampoco lo llevemos más allá de lo que significa. Seguramente los resultados, con algunas variaciones en cada partido, nos van a decir lo mismo: tienen que sumar. Espero que pongamos toda la voluntad política al servicio de buscar un pacto y no al servicio de buscar otra vez votos porque entonces sí que no habremos entendido nada.
P: ¿Considera que la denominada “nueva política” está muy mediatizada y que sus líderes puedan considerarse “políticos probeta”?
R: No sé si probeta o no, pero mediatizada sí que está y, sobre todo, televisada. Hay una mezcla entre lo mediático y el adanismo de mucha gente que aparece como si fuera nueva. Nos quieren descubrir el mundo como si fueran Adán, como si nada hubiera existido antes que ellos, nos quieren enseñar cuál es la verdadera democracia y cuál no. Un poco de respeto por nuestros abuelos y padres, que construyeron un país para que estemos hoy aquí. Por otra parte, todo lo que es escenografía me gusta poco, me suena muy poco natural. Cuando uno se besa en la cámara porque le sale espontáneamente pues me parece muy bien, pero si está buscado para la foto me parece un horror.
P: Recientemente, en el programa de Jordi Évole, Arnaldo Otegui confesó haberse reunido con usted…
R: Sí, y de hecho, fuí a los tribunales. En aquel momento de tregua había que decir a la izquierda abertzale que había que aprovechar el momento para asumir los valores, principios y reglas de la democracia, abandonar la connivencia con la violencia y dejar de ser la tapadera de una banda terrorista. Por eso fui llevado a los tribunales por el Partido Popular y luego, por cierto, fue Manos Limpias quien, tras retirarse el PP, mantuvo la acusación.
P: ¿Fue un encuentro público, nunca privado?
R: Una reunión fue privada y otra pública. Me da igual. El objetivo era el mismo y era en aquel momento. Nunca con ETA. Lo que en más me preocupa de Otegui y de ese mundo es la falta de asunción de responsabilidad con lo que ha pasado en este país. Si se pasa página de lo que ha sucedido sin leer, el asesino deja de ser asesino y la víctima deja de ser víctima y eso no puede ser. La memoria sirve como un muro para impedir volver atrás, para que no vuelva a haber gente joven que coja una pistola y mata al que piensa diferente y se cree un héroe. Eso es lo que me preocupa de verdad.
P: ¿Cómo es sentarse cara a cara con alguien que ha estado encarcelado por su relación con ETA?
R: Tenso, tenso, pero para mí ya es un capítulo pasado.
P: ¿Ha sacrificado muchas cosas en su vida por ser un servidor público?
R: Sobre todo, viéndolo desde Euskadi. La mayor parte de la gente que se ha dedicado a la política allí, sobre todo del PP y el PSOE, han sacrificado su libertad personal. Cuando era secretario general del partido e iba donde un chaval de 18 o 20 años a decirle si quería ser concejal de su pueblo, lo que le estaba diciendo, y además se lo decía directamente, es que si aceptaba que le iba a joder la vida porque le iban a poner dos escoltas, no podría los viernes o los sábados tomarse unas copas en el mismo bar con sus amigos, o que no íba a poder coger el autobús para ir a la uni a la misma hora todos los días o que no podría pasear por las mismas calles, que tendría que cambiar de rutinas… y, sin embargo, aceptaban. Por tanto, renuncias a la libertad, a partes importantes de tu vida, a estar con los amigos, a veces son la familia…Pero es voluntario y te da la satisfacción de hacer cosas por la gente y para la gente. Es una mezcla.
P: ¿Qué sueños que tuvo de niño en el País Vasco cree que no ha alcanzado? ¿Le queda algo que le gustaría hacer?
R: Puede que sueños personales y tontos, como tocar en un grupo de rock… Pero, por lo que respecta a los colectivos, he ido alcanzado bastantes de ellos. Yo procedo de una familia humilde de Portugalete, veo la explotación en el trabajo, la falta de libertad, las detenciones de mis padres, su destierro, la represión de la dictadura… Todo eso hace que el primer sueño sea el de la libertad, y ese lo hemos conseguido. Después empalmamos la dictadura con el terrorismo. Otro sueño, de otra libertad plena y que también hemos conseguido. Yo estoy en política por valores como la igualdad, la justicia social, que te hacen avanzar. Bueno, hemos recorrido un camino muy importante desde que yo era niño. Ahora me gustaría que todo esto que hemos ido conquistando nadie nos lo pudiese quitar. La sanidad, la educación, las pensiones, la red social de protección. En la reforma de la Constitución estas cuestiones deberíamos blindarlas y avanzar en otras.
P: Hay un desencanto en la sociedad porque muchos entienden la política como una profesión. ¿Debe ser enfocada como un servicio público transitorio o realmente se puede ver como una profesión?
R: Se puede ver como quieras. Lo primero es una vocación porque es voluntario. Es verdad que mucha gente puede quererlo como profesión, pero ahí te ponen los ciudadanos. Sí debiéramos buscar la limitación de mandatos en ciertos puestos y debiéramos ir haciendo nuestra democracia cada vez más abierta, participativa y transparente en el manejo de los recursos públicos. En todo esto tenemos que ir avanzando y estoy seguro que en la próxima legislatura damos un salto en todo esto. Pero, desde luego, la política tiene que ser en primer lugar una vocación. A mí me repugnan los que van a ella para enriquecerse porque nosotros hemos ido a arriesgar la vida.