Un artículo de Érika Check Hayden en Nature, titulado “Should you edit your children´s genes?” ha abierto un amplio debate técnico y moral en la comunidad científica, acerca del uso de este método, que podría evitar el nacimiento de niños con trastornos o discapacidades.
CRISPR es una innovadora técnica que permite la edición de genes con el objetivo de evitar posibles enfermedades o discapacidades. El artículo propuesto para el comentado debate acerca de las ventajas y desventajas que esta práctica acarrea.
A través de declaraciones de diversos pacientes y expertos en el tema, se muestran opiniones completamente diversas. El claro beneficio de CRISPR, evitar posibles enfermedades, es contrastado con las incertidumbres morales que conlleva, como puede ser la no aceptación de personas discapacitadas o el discernimiento sobre donde se halla el margen de la consideración de una enfermedad o de su nivel de gravedad. Lo que este artículo pretende es hacernos valorar los beneficios que la ausencia o falta de algo puede dar, no solo en el ámbito de la salud, sino trascendiendo a un plano social, así como moral. Claro ejemplo es el caso de Ruthie Weilss, una niña albina que sin ninguna duda reconoció que de haber tenido la posibilidad de someterse a la técnica CRISPR, la hubiese rechazado.
Desde el punto de vista técnico esta práctica, contiene dos pegas básicas. Por un lado, el genoma humano (conjunto de genes que se hayan en los cromosomas, siendo en definitiva toda la información genética concreta de un organismo) está compuesto por la sucesión de cuatro “letras” A, T, G y C, por lo que hay una alta probabilidad de que una secuencia de dicho genoma aparezca repetida y que, en consecuencia, la enzima Cas9 encargada de modificar nuestro genoma actúe en una secuencia no deseada, por confusión. Por otro lado, dicha enzima puede operar en ausencia del ARN guía.
En el plano ético y moral, aparecen opiniones muy diversas. Están los que apoyan esta técnica, pues consideran que podría evitar graves enfermedades y mejorar la calidad de vida de muchas personas. En la otra cara de la moneda, es reseñable ccmo muchos defienden que el cambiar el genoma, aun siendo con fines sanitarios, es modificar lo esencial de un ser.
Personalmente, considero, al igual que Garland-Thomson, que la decisión de modificar el genoma de algunos individuos es fruto de una sociedad que pretende acabar con todo aquello diferente, pues supone un problema, un estorbo, todos poseemos los mismos derechos, aunque entre nosotros seamos diferentes. ¿Dónde está el límite de lo normal y lo anormal? ¿Por qué está marcado, por la ética o la biología? La biología es una ciencia, nos da verdades, la ética en cambio, valora dicha biología.
En un mundo en constante cambio, la evolución humana es algo fundamental para la adaptación al medio, esto no sería posible sin la aparición de mutaciones en individuos que, en un primer momento, no podrán sobrevivir en la sociedad, considerando por tanto, lo que es el primer paso para una futura evolución, una enfermedad, un desastre natural que hay que modificar genéticamente ¿Cómo se puede pretender la supervivencia de una especie finita en un mundo que es infinito, evolutivamente hablando?
Otra gran problemática, es el uso que se le puede dar. Nadie nos asegura que sus efectos no trasciendan el plano sanitario y esto se convierta en un “pedido de hijos a domicilio”, a fin de cuentas, nos arriesgamos a convertirnos en productos de una sociedad que busca la cosificación del hombre, la variedad siempre ha sido mucho más difícil de controlar. Conseguiremos así, una alienación absoluta, deseo de una humanidad en busca de máquinas, al servicio de la subordinación.
Lo diferente, que rompe el límite de la normalidad, es desconocido y por tanto temido. El miedo es un sentimiento humano, natural… pero reticente al cambio.
¿Quiénes somos? ¿A dónde queremos llegar? Y, sobre todo, ¿en quién (o incluso en qué) queremos convertirnos?
Te recomendamos leer CHECK HAYDEN, E; 2016. Should you edit your children´s genes? (Tomorrow´s Children). Nature, 530, pp 402- 405. ISSN 10.1038/530402ª
Inés García, Vanesa Gómez