Un trabajo intenso y prolongado a favor de los más desfavorecidos ha convertido al cántabro Carlos Osoro en cardenal y cabeza de la iglesia española
Licenciado en matemáticas, pedagogía y magisterio. Ha sido párroco en Cantabria, obispo de Ourense y arzobispo de Oviedo, Valencia y Madrid. En 2016 fue nombrado cardenal por el Papa Francisco. Se considera una persona muy agradecida y consciente de todas las oportunidades que ha tenido en su vida.
El Cardenal Osoro tuvo una infancia feliz junto a su familia en Castañeda, donde nació. Pero asegura que, a pesar de haber hecho muchas cosas, lo más importante para él en la vida es “ser buena persona, ampliar tus horizontes e incorporar a todos en tu vida”.
Durante su estancia en Torrelavega en sus primeros años como sacerdote se dio cuenta de que “para poder acercar a los jóvenes a la Iglesia hay que tratarles tal y como son, no como uno quiere que sean”. Gracias a su experiencia puede confirmar que los jóvenes se entregan incondicionalmente cuando se les quiere, cuando tienen el amor de Dios.
Cree fervientemente que la actual constitución “nos ayuda a convivir, a mirarnos los unos a los otros y a respetarnos”. Pero no niega que habría que retocar algunos aspectos, pero siempre teniendo muy presente lo que ha ayudado a los españoles a salir de un momento histórico difícil, lo que ha ayudado a convivir y eso es lo más importante.
Está considerado, por sus ideas, “savia nueva” y una persona reestructuradora dentro de la Iglesia en el Vaticano, algo que él simplifica diciendo que “la Iglesia tiene que aproximarse al modo de ser, de vivir y de estar con los hombres, como lo hizo Nuestro Señor”, algo que dice el Papa Francisco, de quien se siente muy próximo. Nos anima a buscar a los que más lo necesitan, a no hacer descartes, buscar la fraternidad y formulas reales que hagan que los hombres podamos convivir, aun teniendo formas de pensar diferentes. Afirma que “es el abrazo de Dios el que nos cambia la vida y que tenemos que mirar a todos por igual”.
Cree que no es nadie para dar consejos, pero insistimos en que nos diga a los jóvenes qué podemos hacer para mejorar y, nos confiesa que para él “uno es joven de verdad cuando se aproxima a los demás con lo mejor de uno mismo, con su mejor versión”. Describe a los jóvenes, en general, como “personas sin prejuicios, abiertas, sin intereses egoístas y creyendo y sabiendo que pueden ayudar a los demás”. Manifiesta que si se encuentran con Jesucristo esta ilusión aumenta, quieren seguirle porque lo más bonito del ser humano, es darse, entregarse a los demás, ayudar…
Desde su punto de vista la gente joven tiene unos ideales y, en un mundo roto y conflictivo, como este en el que vivimos, es maravilloso ver como los jóvenes crean un modo de vida agradable ayudando a los demás.
Acabamos nuestro encuentro con el Cardenal Osoro y nos deja una importante reflexión “Esta gran familia humana hay que construirla poniendo lo mejor de nosotros mismos, para que cada día el ser humano viva y sea mejor y todos acaben fundidos en un abrazo, ahí es donde vive Jesucristo”.
Imagen “El Confidencial”