Fernando Botero es un pintor, escultor y dibujante colombiano. Nació el 19 de abril de 1932 en Medellín en una familia formada por su padre David Botero, su madre Flora Angulo y su hermano mayor Juan David. En 1936 nace su otro hermano, Rodrigo y muere su padre.
A petición de un tío suyo, Fernando asiste en 1944 a la escuela de toreo en la plaza de La Macarena de Medellín. Un percance con los toros hizo de que dejase de torear y en ese período realizó su primera obra, una acuarela de un torero. Esto fue lo que hizo que se diesen cuenta de que su verdadera vocación era la pintura y a continuación Botero realizó su primera exposición en Medellín en 1948. Realizó también ilustraciones para un periódico llamado El Colombiano y con lo que ganaba pagaba sus estudios.
En 1950 termina la escuela y comienza a trabajar haciendo decorados para el grupo español de teatro Lope de Vega. Más tarde se traslada a Bogotá y allí organiza su primera exposición con 25 acuarelas en la galería de Leo Matiz.
En 1955 se casa con Gloria Zea y a comienzos del 1956 se trasladan a México y allí es invitado a participar en una exposición en el Museum of Fine Art de Houston. Para ello pinta una Naturaleza muerta con mandolina en la cual aparece por primera vez el volumen que será tan característico en sus obras.
Tres años después Botero obtiene la cátedra de pintura en la Academia de Arte de Bogotá. Y nace también su hija Lina.
Botero regresó a Nueva York en 1960 para instalarse allí. Alquiló un pequeño apartamento donde realizaba sus obras, las cuales no tenían mucho éxito entre los neoyorquinos que preferían en cambio, la abstracción.
Fue entonces cuando en 1961 vendió La Mona Lisa a los doce años al Museo de Arte de Nueva York.
Las figuras de Botero se caracterizan por ser” gordas” o por su sobrepeso. Él responde así: “No, yo no pinto gordos.” Ahora bien, no solo las personas son “gordas”, sino también todo lo demás que aparece en los cuadros.
Botero subraya una y otra vez que en sus cuadros la sublimación corresponde a una inquietud estética y tiene una razón estilística. Es un pintor figurativo pero no realista. No le interesa pintar determinadas cosas, por ejemplo, hombres gordos o mujeres gordas, sino que desea convertir mediante transformación o deformación, la realidad en arte.
Para él, la belleza significa ausencia de defectos; por ejemplo, en sus cuadros no hay sombras porque “manchan” el color. Sus obras irradian siempre una luz matutina que producen las sombras más finas; la luz no procede de una fuente externa, sino que las cosas brillan por el color de su propia fuerza.
Uno de sus cuadros más importantes es el de Los amantes (1984). Esta obra cumple el objetivo de transmitir el erotismo al espectador, pero no de la manera en la que estamos acostumbrados, mostrándonos un cuerpo armonioso y esbelto, sino mostrando una realidad diferente. Algo que nos negamos a ver que es un cuerpo voluptuoso. Botero rompió con la estructura a la que estamos habituados a ver en pinturas o fotografías, creando un estilo único. Sus gorditos simpáticos como él mismo los denomina lograron captar la atención del público y la crítica. Sus desnudos generan la misma atención y polémica. En una sociedad en donde un cuerpo delgado es sinónimo de belleza, es difícil transmitir algún grado de erotismo en un cuerpo voluminoso.
Y una de sus esculturas más representativas es la de Caballo con bridas (1973) que actualmente se encuentra en la Gran Vía bilbaína. La sensualidad del color es sustituida por la superficie lisa y brillante del mármol o, en este caso del bronce. Suele comenzar el trabajo con modelos de barro que después lleva a mármol o a bronce en la localidad Toscana de Pietrasanta (Italia).
Las esculturas monumentales de Botero han sido expuestas en diversas ciudades internacionales desde mediados de la década de 1980. Pero es a partir de 1992 cuando realiza numerosas muestras en varias de las avenidas y plazas más importantes del mundo, como la Gran Avenida de Nueva York, el Paseo de Recoletos de Madrid o la Plaza del Comercio de Lisboa.