Las pasadas elecciones generales del 9 de Marzo han dejado tres cosas claras: que el PSOE obtuvo una clara victoria, que el PP fue el partido que más aumentó en número de votos y escaños, y que estamos empezando a vivir en un país, en una democracia, cada vez más bipartidista. Este último es, creo yo, un camino bastante preocupante, más teniendo en cuenta la juventud de nuestro sistema parlamentario, la piedra angular de nuestro régimen político. Durante el escrutinio de la noche electoral todas las cadenas ofrecieron, casi exclusivamente, los resultados de los dos grandes partidos: PSOE y PP. Los datos referentes al resto de los partidos fueron vistos por los españoles en contadas ocasiones, exceptuando los teletipos en la parte inferior de la pantalla que algunos entes televisivos se dignaron en mostrar durante los programas especiales, aunque cabe destacar que la primera cadena de la pública TVE no estaba entre ellos. Los resultados se convirtieron en una demostración clara de este bipartidismo, algo que durante toda la campaña ya se empezaba a vislumbrar, y que tuvo su momento álgido en los dos debates entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy.
Puede que algunas personas opinen, de una manera muy lícita, que el bipartidismo no es tan malo: hay una izquierda y una derecha, y ambas están representadas por dos grandes partidos. La verdad es que quien escribe este artículo humildemente opina que esto no debe de ser la idea que nos debe guiar a la hora de participar, levemente eso sí, en las decisiones de nuestro país ejerciendo nuestro derecho al voto. En una democracia parlamentaria, como la nuestra, no podemos permitir que el reduccionismo domine la situación electoral y nos dejemos llevar por esa idea de que hay dos bandos y cada uno tiene una representación de un partido. Afortunadamente existen otros partidos políticos, los cuales no merecen menor consideración que los mayoritarios. Esta idea parece haber sido olvidada en los pasados comicios. Aunque esta situación es normal y comprensible si tenemos en cuenta el trabajo realizado por los medios de comunicación durante toda la campaña, menospreciando a muchos de los otros candidatos. En el programa de la Sexta, “Salvados Por la Campaña”, un programa que desde mi punto de vista fue necesario y tuvo mucho mérito, ya que trató el tema de la política con humor, se menospreció de una manera casi insultante al candidato de IU, Gaspar Llamazares, al, por ejemplo, hacerle una entrevista en la que solo se le permitió decir unas pocas palabras, cortándole posteriormente. Fue un programa que llevó más allá esta mecánica bipartidista que ha marcado la pasada convocatoria electoral.
Por desgracia no solo el bipartidismo es la única enfermedad que sufre nuestra democracia. Hay otra, bastante más anterior quizás, que ha servido de base, y aliciente, a la antes citada. Estoy hablando de lo que ya, a día de hoy, es una marchita y obsoleta Ley Electoral. Déjenme que les haga una pregunta: ¿saben cuál es el tercer partido con mayor número de votos en estas últimas elecciones en todo el estado? Por si no encuentran la respuesta se la diré: IU. Es curioso que la tercera fuerza política del país, al menos en número de votos nacionales, sea sin embargo la sexta en número de escaños, junto con el BNG, y haya perdido su grupo parlamentario, pasando a formar parte de esa macedonia parlamentaria que recibe el nombre de Grupo Mixto. Nuestro sistema electoral, aún asentado en el poder de la circunscripción provincial, tiene, desde mi punto de vista, ese gran defecto: repartir los escaños del congreso de los diputados a lo largo de las 52 provincias españolas, según la población de cada una, en lugar de tener una circunscripción única en todo el país, lo cual daría algo de coherencia a las elecciones, que se suponen son en todo el estado, además de una más que sobrada justicia representatival. Opino, ante esta situación, que las “Elecciones Generales” más bien deberían denominarse “Elecciones Interprovinciales”. Está claro que el sistema electoral no es lo único que ha tenido que ver en los resultados de la coalición izquierdista, pero una cosa no quita la otra. Pero aunque solo haya mencionado a IU no es la coalición izquierdista la única perjudicada por este sistema, aunque habitualmente sea a quien más le afecta. UPyD (Unión, Progreso y Democracia) el nuevo partido liderado por la ex-socialista Rosa Díez, también sufre una ligera desvirtuación del número de escaños en relación a los votos obtenidos. Incluso partidos nacionalistas, los que en un principio, se pudiera pensar, más beneficia este sistema, ven mermada su representación, es el caso de ERC o el BNG. Me tomé la libertad de calcular como serían los resultados si existiera una circunscripción única, y los datos son bastante esclarecedores:
PARTIDO | CIRCUNSCRIPCION PROVINCIAL | CIRCUNSCRIPCION UNICA |
PSOE | 169 | 161 |
PP | 153 | 147 |
CIU | 11 | 11 |
PNV | 6 | 4 |
ERC | 3 | 4 |
IU | 2 | 14 |
BNG | 2 | 3 |
CC | 2 | 2 |
UPD | 1 | 4 |
NA-BAI | 1 | 0 |
Datos del cálculo en “http://icon.cat/util/elecciones/xLGaVJHg” |
Creo que es una tarea de todos reflexionar sobre ello y, desde nuestras humildes posiciones, intentar que este sistema electoral injusto para con nosotros, los votantes, cambie. Pero voy más allá: a riesgo de pecar de ignorante, uno se pregunta qué utilidad real tienen hoy en día las provincias, en un Estado que se viene en denominar “Estado de las Autonomías”. No cabe duda de que aún poseemos en nuestra legislación una lista no pequeña de legados del régimen franquista, y uno de ellos, no poco importante como se puede ver, es aún esa potenciación que se le otorga al sistema provincial. Aquellos que ocupan las instituciones deberían de revisar si la existencia actual de las provincias nos es de verdadera utilidad a los ciudadanos. Aunque para esto, me temo, tendremos que esperar un poco más.