En medio del desierto abrasador, entre tribus beduinas y el rugido de la guerra, emergió una figura tan legendaria como controvertida: Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia. Su historia, envuelta en mito, romanticismo y propaganda, fue inseparable del convulso escenario de la Primera Guerra Mundial y de los albores de las actuales monarquías árabes. Pero tras la iconografía del héroe británico en túnicas blancas cabalgando por las dunas, se oculta una realidad mucho más compleja.
Nacido en Gales en 1888, Lawrence era arqueólogo, políglota y oficial de inteligencia del Imperio británico. Al estallar la Primera Guerra Mundial en 1914, fue asignado al Cairo, desde donde los británicos dirigían sus operaciones en el Oriente Medio. Su conocimiento de la cultura árabe, adquirido durante sus años de excavaciones en Siria y Mesopotamia, pronto lo convirtió en una figura clave para la estrategia británica en la región.
Durante el conflicto, el Imperio otomano se unió a las Potencias Centrales, enfrentándose a los Aliados. El control de Oriente Medio, rico en petróleo y de gran valor geoestratégico, se volvió crucial. Fue entonces cuando los británicos idearon una táctica que cambiaría el curso de la región: fomentar una rebelión árabe contra los turcos.
En este contexto, Lawrence se convirtió en enlace entre el mando británico y los líderes árabes, especialmente con el emir Hussein de La Meca y sus hijos, entre ellos el príncipe Fáisal. A través de la famosa correspondencia Hussein-McMahon (1915-1916), los británicos prometieron a los árabes su apoyo para la creación de un reino independiente si luchaban contra los otomanos. Lawrence, convencido por esta promesa, se implicó de lleno en la causa árabe.
El joven oficial acompañó a los rebeldes en múltiples campañas por el desierto, destacando en la toma de Áqaba en 1917, una hazaña logística y militar que consolidó su leyenda. Sin embargo, detrás de las victorias y la mística romántica, Lawrence fue testigo de la doble moral de su propio imperio.
Mientras alentaba a los árabes a luchar por su independencia, el gobierno británico, junto con Francia, ya había pactado en secreto el reparto del Medio Oriente en los Acuerdos Sykes-Picot (1916). Este tratado dividía la región en zonas de influencia europeas, ignorando completamente las aspiraciones árabes. Al final de la guerra, cuando se firmaron los tratados de paz y se impusieron los mandatos coloniales, Lawrence quedó profundamente desilusionado.
La traición a la causa árabe fue evidente. En lugar del gran reino unificado prometido, el antiguo territorio otomano fue dividido: Francia tomó Siria y Líbano, y Reino Unido se quedó con Palestina, Transjordania e Irak. A cambio de su apoyo, los británicos ayudaron a instalar a algunos hijos del jerife Hussein en tronos recién creados: Fáisal fue nombrado rey de Irak y su hermano Abdalá rey de Transjordania, naciendo así dos monarquías hachemitas bajo tutela británica. Por su parte, en la península arábiga, la familia Saud consolidó su poder, desembocando en la fundación del Reino de Arabia Saudí en 1932.
Lawrence, consumido por la culpa y la decepción, abandonó la vida pública y adoptó identidades falsas para evitar la fama que lo perseguía tras la publicación de Los siete pilares de la sabiduría, su versión personal de los hechos. Murió en un accidente de moto en 1935, a los 46 años, sin haber visto cumplido el sueño de una Arabia libre y unida.
La figura de Lawrence de Arabia permanece envuelta en controversia: ¿héroe, espía, traidor, idealista? Su historia es el reflejo de una época marcada por alianzas rotas, imperios en decadencia y el nacimiento de estados que aún hoy arrastran las consecuencias de aquellas decisiones.
Fuentes:
- Lawrence, T. E. Los siete pilares de la sabiduría (1926).
- Rogan, Eugene. The Fall of the Ottomans: The Great War in the Middle East (2015).
- Fromkin, David. A Peace to End All Peace (1989).
- Anderson, Scott. Lawrence in Arabia (2013).
- British National Archives – Correspondencia Hussein-McMahon.
- Encyclopaedia Britannica – “T. E. Lawrence” y “Sykes-Picot Agreement”.