La literatura realista se da en la segunda mitad del siglo XIX, una época en la que los gobiernos progresistas consagraron derechos democráticos e impulsaron reformas. Es el tiempo en el que se consolida el estado liberal y la burguesía. También es ahora cuando se desarrollan las organizaciones obreras.
Las corrientes de pensamiento más destacadas fueron el krausismo que propugnó una filosofía práctica, racionalista que hacía hincapié en el carácter ético de la conducta individual, en la creencia en la perfección del hombre y en la evolución de la sociedad y el positivismo un sistema filosófico que solo admite los conocimientos que se fundamentan en la experimentación; por ello se basa en la aportación de las ciencias físicas y naturales.
El Realismo surge como un movimiento opuesto al Romanticismo e intenta trasladar la realidad al arte, es decir, representarla lo más fielmente posible y con el máximo grado de verosimilitud.
El Realismo surgió en la Francia de la primera mitad del XIX. Se inició con autores como Balzac y Stendhal, y se desarrolló con Flaubert.
En España, el inicio realista coincidió con acontecimientos históricos capitales. Surgió hacia 1870, después de “La Gloriosa”, y tuvo su apogeo en la década de 1880.
Pascual de Riesgo
Nació en Santander a principios del siglo XIX. Como otros españoles se trasladó a Cuba, lugar donde comenzó la publicación de relatos y noveles, a la vez que colaboraba en la prensa local, dirigiendo varias publicaciones en La Habana y Santiago. Desde 1844 sus publicaciones se hacen también en España.
Fue uno de los más importantes representantes de la novela realista y de costumbres.
Entre sus novelas figuran “Conchita la habanera, novela de costumbres” (1846), “La gran artista y la gran señora” (1850) y “El Madrid de otros tiempos” (1882).
José María de Pereda
(Polanco, 1833 – 1906)
Es el novelista español más representativo del tránsito del costumbrismo regionalista a la prosa de ficción realista del siglo XIX. Era el último de veintidós hermanos de una familia de abolengo montañés y de arraigado catolicismo. En su pueblo natal y en el próximo de Requejada pasó sus primeros años. Trasladados sus padres a Santander, ingresa en el Instituto Cántabro, donde cursa segunda enseñanza, obteniendo el título en 1850.
Marcha para Madrid en 1852 a preparar su ingreso en la Academia de Artillería de Segovia, según su propia afición y la decisión de su familia. Durante algún tiempo estudió matemáticas, pero el ambiente de tertulias y teatros madrileño le hicieron olvidar su primera vocación atrayéndolo hacia el mundo de las letras. En 1855 vuelve a Santander, donde enferma gravemente de cólera. Convaleciente, se traslada a Andalucía y de nuevo en Santander colabora en el periódico La Abeja Montañesa. Funda luego, en colaboración, el “novenario” El tío Cayetano.
A partir de 1864 comienza su vida literaria con la publicación de las Escenas montañesas, bien acogidas por la crítica, que se le mostrará cada vez más favorable. Pasó una breve temporada en París y posteriormente, vuelto a Santander, pasa a ser secretario de la Sección de letras del Ateneo santanderino. Desde entonces hasta 1868 abandona la literatura. Contrae matrimonio con doña Diodora de la Rivilla en el año 1869, y adicto al partido carlista es nombrado diputado por Cabuérniga. Pero disgustado con el mundo de la política y por consejo de Menéndez y Pelayo, retorna a la literatura.
De carácter afable, pero retraído, continuó viviendo en Santander o en Polanco. A partir de 1884 salió al fin de la montaña activando su vida; nuevamente en su tierra natal se dedica al fomento del provincialismo santanderino, protegiendo publicaciones y la composición del álbum De Cantabria. Preocupado siempre por el tema del regionalismo, estando en Barcelona como mantenedor de unos juegos florales, pronuncia un discurso en este sentido, de gran resonancia.
En 1897 fue elegido por la Academia Española individuo de número, versando su discurso de ingreso sobre la novela regional. La contestación corrió a cargo de Pérez Galdós con un extenso estudio sobre la personalidad literaria de Pereda Su vida continúa en Santander y en Polanco, con algunos desplazamientos. En 1904, yendo hacia Jerez de la Frontera, le sorprende la enfermedad que había de llevarle a la muerte poco después de su traslado a Santander. Entre sus obras destacan “Peñas Arriba”, “Sotileza”, “La Puchera” o “De tal palo tal astilla”.
Tomás Cipriano Agüero y Góngora,
Santander (1835-1898)
Nació en Santander el 26 de septiembre de 1835, era hijo del riojano Tomás Celedonio, uno de los patriotas que participaron en la Guerra de la Independencia labor por la cual fue nombrado escribano del valle de Toranzo en 1810, llegando a ser alcalde constitucional del valle de Toranzo durante el Trienio Liberal. Ello permitió que el joven Tomárecibiera una buena educación en los Escolapios de Villacarriedo y que luego estudiaría Leyes en Oviedo.
Logró el título de abogado en 1858, pero mantuvo, desde joven, una fuerte pasión por la literatura, con fuertes influencias tardorrománticas. Publicó sus primeras poesías con 17 años en “El Espíritu del Siglo”, poemas dedicados a personajes como Colón, o Pedro I de Castilla.
Cuando regresó a Santander, después de sus estudios en Oviedo, abrió un despacho de abogado en Santander, siendo secretario-contador del Colegio de Abogados entre 1859 y 1861.
En 1864 fue elegido diputado al Congreso, aunque pronto renunció a su escaño, y fue uno de los promotores de la estatua dedicada al héroe de Velarde en Santander. También fue uno de los fundadores del Ateneo de Santander en 1865.
Tras la Revolución de 1868 colaboró en la segunda etapa de “El Tío Cayetano”, periódico antiliberal y defensor de la monarquía, la tradición y la religión, lo que le permitió conocer y gozar de la amistad de José María de Pereda.
Fue promotor del hospital de Miranda para los heridos de la tercera guerra carlista, concejal y alcalde de Santander en 1878. Culminó su carrera profesional siendo decano del Colegio de Abogados de la ciudad en 1885.
Murió en Santander el 20 de enero de 1898 estando en posesión de la Gran Cruz de Isabel la Católica.