En el corazón del sudeste asiático, entre los densos bosques de lo que hoy es Camboya, floreció uno de los imperios más impresionantes de la historia: el Imperio Jemer. Su historia comenzó en el año 802 d.C., cuando Jayavarman II se proclamó chakravartin (rey universal) en el monte Kulen, marcando el inicio de una era de esplendor político, religioso y arquitectónico. Durante más de seis siglos, los jemeres dominaron vastos territorios que se extendían por partes de la actual Tailandia, Laos y Vietnam.
El Imperio Jemer se organizó alrededor de un sofisticado sistema de irrigación que le permitió convertir tierras estacionales en campos fértiles durante todo el año. Esta eficiencia agrícola sustentó el crecimiento de una población urbana cada vez más numerosa y compleja, que encontró su máxima expresión en la ciudad de Angkor, su capital. Angkor no era solo una ciudad; era un símbolo del poderío jemer, una metrópolis colosal con templos monumentales, canales, embalses y carreteras que la conectaban con los rincones más lejanos del imperio.
El templo de Angkor Wat, construido en el siglo XII por el rey Suryavarman II, representa la cúspide del arte y la ingeniería jemeres. Dedicado originalmente al dios hindú Vishnú, el templo simboliza el monte Meru, eje del universo según la cosmología hindú. Sus bajorrelieves narran epopeyas mitológicas y hechos históricos, mientras que su orientación y proporciones reflejan un conocimiento astronómico y matemático avanzado. Décadas más tarde, Angkor Thom y el templo de Bayón, con sus enigmáticos rostros tallados, reflejarían la influencia del budismo mahayana bajo el reinado de Jayavarman VII.
Sin embargo, tras siglos de grandeza, el imperio comenzó a desmoronarse. Las causas de su caída fueron múltiples y complejas, una combinación de factores internos y externos. Por un lado, las guerras constantes con los reinos vecinos, especialmente con el Reino de Ayutthaya en el oeste, agotaron los recursos militares y económicos. Las invasiones siamesas durante los siglos XIII y XIV jugaron un papel crucial en el debilitamiento del poder jemer.
Internamente, el cambio climático también tuvo un impacto devastador. Estudios recientes sobre los embalses y sistemas hidráulicos de Angkor revelan que entre los siglos XIII y XIV la región sufrió una serie de prolongadas sequías seguidas de intensas lluvias monzónicas. Estos fenómenos alteraron el delicado equilibrio de la infraestructura hidráulica que sostenía la producción agrícola, provocando hambrunas y migraciones. Al perder su capacidad de alimentar a la población, el centro político y espiritual del imperio comenzó a desmoronarse.
Además, el progresivo desplazamiento del poder hacia otras regiones, como Phnom Penh, reflejó una transformación social y política en la cual Angkor ya no era el corazón del mundo jemer. La transición del hinduismo al budismo theravāda, más centrado en la vida monástica y menos en el poder real, también modificó las estructuras ideológicas que habían legitimado el dominio de los reyes-dioses.
Hacia el siglo XV, los tailandeses saquearon Angkor y, aunque no fue destruida completamente, la ciudad fue abandonada progresivamente. La jungla devoró sus templos y canales, y Angkor cayó en el olvido, convertida en leyenda hasta que exploradores franceses la redescubrieron en el siglo XIX.
Hoy, Angkor es Patrimonio de la Humanidad y testigo silencioso de la gloria y caída de un imperio que, en su apogeo, desafió los límites del ingenio humano y dejó una huella indeleble en la historia del sudeste asiático.
Fuentes:
- Coedès, George. The Indianized States of Southeast Asia. University of Hawaii Press, 1968.
- Higham, Charles. The Civilization of Angkor. University of California Press, 2001.
- Evans, Damian. “The Hydraulic City of Angkor: An Historical Ecology of Water Management.” Antiquity, 2007.
- UNESCO World Heritage Centre. “Angkor.” https://whc.unesco.org/en/list/668