La derrota por 0-2 del Real Madrid contra el Celta de Vigo en el Santiago Bernabéu ha servido como un espejo brutal: reflejó con claridad que el equipo está sumido en una crisis profunda, consecuencia de errores de planificación, falta de actitud, quiebras en la química interna y un evidente problema físico. Esa noche, el Madrid no solo cayó en el marcador: cayó en dignidad, en orden, en ambición. Y lo peor: parece que muchos de los responsables —tanto dentro como fuera del césped— siguen sin hacerse esa pregunta fundamental: ¿por qué?
Después de una racha de empates en Liga y de una victoria pasajera frente al Athletic, el regreso al Bernabéu parecía la oportunidad para retomar el rumbo. Pero lo que se vivió fue una noche para olvidar. El equipo quedó con nueve jugadores tras las expulsiones de Fran García y Álvaro Carreras; incluso un suplente vio la roja. Y ni siquiera los intentos de generar ocasiones —como los tímidos remates de Arda Güler— lograron alterar un marcador que terminó siendo abrumador.
Esa derrota ilustró un problema mayúsculo: la disparidad entre lo que el equipo tiene en el papel —una plantilla llena de nombres rutilantes y fichajes multimillonarios— y lo que realmente ofrece en el campo. Es evidente que la planificación de la plantilla ha sido un fracaso. Mientras se invirtió en estrellas —o al menos nombres mediáticos— para el ataque, la defensa se ha quedado al borde del colapso: bajas reiteradas, falta de recambio fiable, improvisaciones. La lesión reciente de Éder Militão, por ejemplo, deja la zaga hecha trizas: otro jugador importante fuera por una lesión muscular grave.
Pero el problema no es solo de lesiones: hay una sensación de falta de ambición e intensidad —como si muchos jugadores estuvieran simplemente cumpliendo el trámite. En medio de la derrota ante el Celta, ya hay quien habla de “falta de hambre, falta de deseo de ganar”. Esa apatía no es coyuntural: suena más a hartazgo, a un vestuario que no encuentra sentido al esfuerzo colectivo, a un orgullo adormecido.
Esa falta de actitud va de la mano con una evidente desconexión entre plantilla y entrenador. Desde dentro del club ya circulan voces que hablan de tensiones, de un “feeling” roto. Según informan analistas, el vínculo entre el cuerpo técnico y muchos jugadores se ha resentido, con desacuerdos tácticos, cambios de posición confusos, y un estilo de juego que algunos no entienden o no aceptan. Esa grieta, cada vez más visible, se expresó en la derrota —en el caos defensivo, en la improvisación, en las expulsiones, en la desconexión.
Y aún así, a quien quizá menos se señala es a quien debería tener la mayor responsabilidad: la directiva. El presidente, Florentino Pérez, ha intentado repartirse culpas entre jugadores y técnico, pero no parece suficiente. El problema estructural del club —una plantilla sobredimensionada en nombres pero escasa en coherencia, con defensas eternamente lesionados, con escasa planificación de salidas y entradas— es una herida que se ha infectado temporada tras temporada.
Baste decir que esta crisis no se resume en un mal partido o en una mala noche. Es un síntoma de que algo se está deteriorando en el ADN del club. Un Real Madrid acostumbrado a reinar a base de talento, ambición y exigencia ahora parece un gigante dormido: con defensas tambaleantes, con laterales que no existen, con centrocampistas desconectados, con delanteros que no colaboran, con suplentes que no convencen. Y lo más preocupante: con muchos de sus jugadores vitales lesionados o al borde del físico.
La planificación ha fallado. No supieron anticipar el desgaste, no previeron lesiones, no construyeron una plantilla equilibrada, no dieron prioridad a la estructura defensiva. Mientras tanto, en otros clubes se planifica con cabeza, se construye con coherencia, se cuida al cuerpo humano y el equilibrio mental. En el Madrid, en cambio, el coste de los fichajes y las estrellas brilla más que la consistencia del colectivo.
La falta de actitud de muchos jugadores es otra herida abierta. Cuando el talento no va acompañado de deseo, sacrificio y orgullo, el club sufre. Y no es solo culpa de los futbolistas: es también culpa de un cuerpo técnico que no logra motivar, que no genera un proyecto convincente, que improvisa. Es culpa de un presidente que mira más a nombres y marketing que a estructura, a fondo, a futuro.
Y lo más dramático: el colapso ya afecta a la identidad del equipo. Aquella leyenda de coraje, dominio y rojizo orgullo se desvanece. El Bernabéu, otrora fortaleza, se ha convertido en escenario de ofensas, de insultos, de frustración. Las portadas de los periódicos no hablan de crisis pasajera: gritan “batacazo y a cuatro” —esa sangría de puntos que deja muy tocado al club.
La sensación es amarga: el Real Madrid hoy se parece más a una obra colapsada que a una maquinaria de ganar títulos. Y lo que duele más: no se vislumbra un plan real para reconstruir. Porque sin orgullo, sin músculo defensivo, sin carácter colectivo y sin una dirección seria, el talento individual se vuelve estéril, vacío, inútil.
Si Florentino sigue apostando por nombres mediáticos mientras ignora los cimientos, si los jugadores siguen paseando su talento sin sudar la camiseta, si el cuerpo técnico sigue sin generar confianza ni exigencia… este Madrid, en lugar de levantar, terminará derrumbado. Y no por culpa de un partido, sino por culpa de una decadencia consciente y silente.
Fuentes
- Agencia EFE, “Fútbol: Real Madrid no levanta cabeza” elsiglo.com.pa
- “Los datos que explican la crisis defensiva del Real Madrid” ElDesmarque+1
- “El Real Madrid pierde en casa contra el Celta” / “Alerta roja en el Real Madrid” EFE Noticias+2www.eluniversal.com.co+2
- Informes sobre la tensión en el vestuario tras la derrota ante el Celta y la falta de conexión entre plantilla y técnico. Tribuna+1
- Reportes sobre la baja prolongada de Éder Militão tras lesión. Diario AS+1
Imagen Sport