Birmania devora a sus hijos

Myanmar, que antes conocíamos como Birmania, es un país situado en el sudeste asiático. En su territorio habitan numerosos grupos étnicos, pero la realidad es que una dictadura militar gobierna, discriminando a las minorías y pisoteando los derechos humanos. En Myanmar residen más de 130 grupos étnicos, aunque el grupo mayoritario, los bamar, tiene el control sobre el gobierno, el ejército y la economía.

Desde 1962, el país ha estado bajo el dominio casi constante del ejército. Aunque hubo un breve respiro de democracia, en 2021 los militares dieron un golpe de Estado y retomaron el poder. La dictadura militar recurre a la represión y la violencia contra quienes se manifiestan o exigen autonomía. Esto ha desencadenado guerras, pobreza y el desplazamiento de miles de personas. Ante la situación que enfrentan, varias minorías han optado por crear grupos armados para su protección. Estos grupos están en la lucha por su autonomía y sus derechos. Algunas de estas milicias han llegado a tomar el control de áreas enteras, estableciendo sus propias reglas y gobiernos locales.

Uno de los conflictos más graves involucra a los rohingya, una minoría musulmana. El gobierno de Birmania no los reconoce como ciudadanos y los considera inmigrantes ilegales. En 2017, el ejército lanzó un ataque contra esta población. Incendiaron aldeas, asesinaron a civiles y forzaron a más de 700.000 personas a huir a Bangladesh. La ONU ha hablado de posibles actos de limpieza étnica o genocidio. En 2021, el ejército detuvo a líderes civiles y tomó el control del país. Esto desató grandes protestas en todo Myanmar. Un montón de gente joven, tanto estudiantes como empleados, tomaron las calles.

La reacción de las fuerzas armadas fue despiadada, sembrando un reguero de un dolor inconmensurable. Un sin número de individuos no pueden conseguir comida, medicinas ni servicios básicos. Las entidades internacionales han tratado de echar una mano, pero el gobierno militar pone trabas y bloqueos que dificultan la ayuda.

La censura es extrema y se ha limitado el acceso a Internet para evitar la difusión de información. La educación ha sufrido un duro golpe. Muchas escuelas han cerrado sus puertas o han sido ocupadas por el ejército. Los estudiantes y docentes enfrentan persecución si se involucran en protestas o movimientos de resistencia. A pesar del temor, muchos ciudadanos continúan organizando protestas pacíficas y campañas de desobediencia civil.

El mundo entero ha manifestado su rechazo al golpe de estado y a las agresiones contra los derechos humanos. Ciertas naciones han optado por aplicar castigos financieros a los altos mandos militares. Aun así, estas acciones no han sido suficientes para frenar la brutalidad ni el poderío de las fuerzas armadas.

China y Rusia se han mantenido apoyando al régimen militar, bloqueando resoluciones más severas en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta postura ha generado tensiones entre las potencias mundiales más importantes y ha obstaculizado la opción de hallar una solución unificada. El pueblo de Birmania sigue padeciendo bajo un mandato dictatorial que no da indicios de querer ceder el poder. Al mismo tiempo, las minorías étnicas persisten en su resistencia, demandando justicia, derechos y que se les reconozca. La comunidad internacional está prestando mucha atención a lo que sucede en Myanmar, pero hasta ahora no ha logrado frenar la violencia. Muchas personas viven con miedo a diario, sin saber qué les deparará el futuro.

La economía del país también está sufriendo a causa de la crisis política y los conflictos. Muchas empresas han cerrado, lo que ha disminuido las oportunidades laborales para la gente. Los niños y niñas están atravesando momentos difíciles, ya que no pueden ir a la escuela ni jugar con tranquilidad. Además, muchas familias han perdido sus hogares y ahora residen en campos de refugiados.

Las minorías étnicas continúan luchando por ser respetadas y por tener los mismos derechos que los demás. Algunos países vecinos están brindando apoyo a los refugiados, pero no es suficiente para satisfacer todas las necesidades. La esperanza es que algún día Myanmar se convierta en un lugar donde todos puedan vivir en paz y libertad. Para que esto sea posible, es vital que el gobierno se adapte y realmente escuche a su comunidad.

Imagen France24

@helenadiazbirmaniag3c-1-26internacional
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