Ya se sabe que España es un país de misterios, pero lo del Sahara supera hasta a Iker Jiménez. Es un misterio porque nadie sabe a ciencia cierta como acabamos ahí. También es un misterio por culpa de quien nos largamos. Más aun porque España decidió abandonar y traicionar a un territorio tan “vinculado a nosotros”. Y ya puestos, porque le tenemos tanto apego y una parte del país, especialmente el cine y la izquierda política lo defienden tanto, con las perrerías que nos hicimos mutuamente, soldados y polisarios, durante la época colonial. Pero los humanos somos así, cambiamos de opinión. El colmo del misterio es la activista polisaria Aminatu Haidar. Haidar es una mujer menuda, de aspecto frágil y enfermizo, de 52 años, siempre envuelta en coloristas melfas, que, con su actitud y la inestimable ayuda de actores y medios, ha alcanzado la popularidad, muy al pesar de Moratinos, entre la opinión pública española.
Como es de esperar, sus méritos no conciertan la unanimidad de la gente. Para los marroquíes es una traidora vende patrias, una vendida a los servicios de espionaje occidentales. Para una buena parte de su pueblo una suerte de Ghandi saharaui que ha encontrado en la esfera internacional un importante reconocimiento en los últimos años a su defensa de los derechos de los saharauis.
Esta semana Haidar recibía en Nueva York el Premio al Coraje Civil de la Fundación Train, y el Juan María Bandrés de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (Cear) y el galardón de Derechos Humanos de la Fundación Robert Kennedy. Claro tanto merito anti marroquí no podía quedar sin recompensa, así que cuando el activista pisó su ciudad, El Aaiun, la capital del Sahara ocupado, los marroquíes la despacharon para Canarias. Y aquí empieza el lío. Haidar desea regresar cuanto antes a su ciudad, Marruecos no la quiere, Moratinos no se aclara y la chica acaba durmiendo en el aeropuerto de Lanzarote, a lo Tom Hanks en la “Terminal”, y en brazos de Guillermo Toledo, uno de los actores del “no a la guerra”, que se fue para allá a consolarla.
Coña aparte, resulta lamentable que una mujer de salud endeble y dos hijos adolescentes tenga que jugarse el tipo para reclamar los derechos de su pueblo, ante la actitud impasible de una comunidad internacional que lleva la friolera de 30 años buscando una solución al problema.
Resulta que, en plena muerte de Franco, Marruecos invadió la colonia española con la misma velocidad con que nuestras tropas embarcaban, dejando a la población civil a su suerte y a los españoles allí instalados peor. En un más difícil todavía, España firmó un acuerdo internacional que cedía los derechos sobre su colonia a los vecinos Marruecos y Mauritania. Tras la renuncia de esta última, el reino Alauita se quedaría con todo. La población se organizó y tras una breve guerra, una buena parte de la población acabó fuera de su país, abandonados a la caridad internacional, en medio del infierno del desierto argelino, en que este país les dejo asentarse, y separados de su tierra por un gigantesco muro (otro Berlín) que levanto Marruecos para proteger su botín. Tras múltiples titubeos, las naciones Unidas decidieron enviar un embajador especial para solucionar el problema. El embajador, el norteamericano James Baker, propuso un referéndum entre la población para que esta decidiera su destino. De risa. Con la mayoría de los saharauis fuera, Marruecos se ha hinchado a llevar colonos fieles, con lo que ahora, 30 años después, el referéndum es inviable, la población que ahora habita allí es otra de la que había, y distinta, y marroquí, imaginaros lo que van a votar.
Ante ello, la presión de los saharauis se ha intensificado en dos frentes. De un lado pedir que solo voten los saharauis, los antiguos, no los nuevos colonos. De otro, y es el caso de Haidar, pedir la libertad del territorio sin voto ni nada, por la bravas. La respuesta del monarca marroquí Mohamed VI no se ha hecho esperar. Más vigilancia militar, más represión y leña a activistas como Haidar, en un mensaje muy claro “O se es marroquí o no, no existe una posición intermedia entre el patriotismo y la traición, como tampoco se puede seguir disfrutando de los derechos de la ciudadanía a la vez que se reniega de ella”.
Era una indirecta para Haidar que reside en Sahara, vive en el interior del reino, pero no desaprovecha ocasión para poner la cara colorada al sátrapa marroquí. Su primera detención fue con 21 años. La tuvieron siete años encerrada, con los ojos vendados, atada y desnutrida. Siete años. Y todo por pedir ser libre. Otros seis meses de tortura en 2005, en la llamada Cárcel Negra de El Aaiún, por participar en las protestas populares contra el rey. Consiguió salir tras una dura huelga de hambre y la presión internacional.
Pero nada la ha doblegado. De mirada serena, de hablar calmado, sus convicciones siguen igual de firmes, y su valentía intacta, luchando por defender lo que es suyo. Ahora sin embargo es portada, pero más por otros que por ella.
Atascada en el aeropuerto de Lanzarote, Moratinos, nuestro inclasificable ministro de exteriores se atrevió a ofrecerla asilo político, y tras el rechazo por ella de tal status, despotrico diciendo que debería estar agradecida que España la ofreciese una tarjeta de residencia y la acogiese por motivos de salud. Haidar se ha mostrado molesta ante algo que es mentira, según ella, pues lo único que desea es encontrar un vuelo que la devuelva a su ciudad, para seguir luchando por su pueblo. Claro que la protesta por el desatino del ministro no la ha expresado ella, sino Guillermo Toledo, otro que ha aprovechado la circunstancia para lucirse.
El problema se reduce a que los policías marroquíes la han detenido a su llegada al Sahara de su último viaje para recoger premios, y tras un duro interrogatorio, la han conminado a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental. Al negarse la han echado y la han quitado el pasaporte. Aceptada en España sin él, la activista se ve ahora en una situación diplomática difícil, sin pasaporte, y sin deseos de exiliarse, y rodeada de incompetentes ministros y artistas ávidos de demostrar su humanitarismo.
Al final lo triste no es la penuria de ese pueblo, ni la absurda situación de Haidar, sino el papelón de un gobierno que hace años ha abandonado su responsabilidad descolonizadora, bailando el agua a la dictadura monárquica de Marruecos. Así que ahora tener a esta mujer en el aeropuerto resulta incómodo. Zapatero se inhibe, Moratinos se cabrea y la Junta de Andalucía se declara favorable a las tesis soberanistas de los marroquíes sobre un territorio que no es suyo. Y ante eso, y para endulzar la situación, nos traemos a los niños saharauis una vez al año, para que no estén tanto al sol, hacemos un festival de cine al año, les llevamos gafas al desierto y Cayo Lara organiza alguna que otra manifestación. Pero si ellos no necesitan eso. Solo necesitan su tierra, como Haidar, solo quieren volver a casa.