Me habría encantado hablar esta semana sobre el fin de curso, la reforma educativa o la nostalgia de estar todo, pero me ha dado pereza. Y he salido ganando, porque he podido descubrir a un personaje sin par, a Javier Checa.
Y es que nuestro país es un vivero de figuras, dicho eso en el sentido más castizo y taurino posible. Checa es parte del mundillo insólito que ha cautivado siempre a hispanistas y viajeros, desde Norwen hasta Payne, pasando por Brenan o Hemingway. Tras cincuenta y cuatro años de aventuras, con su porte mundano y su aire de remolino, sus ojos azules y su iPad echando humo encuadran a un quijote innovador, desafiante y polémico. Quintaesencia del movimiento gay o arribista aprovechado, eso lo dejo a vuestro juicio.
Tras dedicarse al mundo editorial durante cinco años, Checa ha sido productor televisivo (en el mundo del porno), editor de periódicos en la Costa del Sol, promotor de eventos, hostelero y hasta alcalde de Torredonjimeno, donde oso derrotar al establishment, echando de la alcaldía al representante de Izquierda Unida, un clásico, tras dos décadas en el poder. En su obituario político se ha escrito que desfalcó 24.000 euros, pagados por el ayuntamiento que presidía a varias de sus empresas, para servicios de prensa y propaganda. Y claro, robar, si es que fue así, sin compartir, está muy feo. Así que el Gil de Jaén ha dejado el terreno franco al emprendedor. En este caso al visionario. Porque el muchacho ha salido con un ojo de lince para temas económicos digno de mención.
Su nicho empresarial (creo que se llama así) es el mundo gay. Y ya lo dice él, “cuando nací, fui consciente que era marica”. Checa ha forjado un revoltillo de empresas en el que trabajan más de 300 personas, en su inmensa mayoría mujeres, dedicadas a explotar el mercado gay hasta la extenuación. Eventos, centrales de reservas, perfumes, zapatillas, tabaco, lotería, música, y todo en arco iris.
Su biografía, pese al éxito, está llena, sin embargo, de sombras, y más de uno ve en él a un histriónico enmascarado dedicado a actuar con poca cordura en cuanto hace. Y en parte es cierto, o eso al menos cuentan muchos de sus trabajadores, afectados por las tendencias maniacodepresivas de su jefe. Pero alguien dedicado a sacar a la luz los derechos y miserias de este colectivo, a predicar la igualdad sexual, a minar mitos o a luchar contra los persistentes suicidios de adolescentes homosexuales merece, al menos, una miradita.
Sin embargo, y esto es lo que me admira del individuo, tanto trajín, tanto red bull para mantenerse en vigilia permanente y tanto follón le llevaron hace unos años a sufrir un ictus cerebral que a poco acaba con su vida. Hoy, pese a los tembleques que le han quedado de recuerdo, y gracias a la ayuda de su marido, Cristophe Le Glanic, y a sus dos hijos vietnamitas adoptivos, ha vuelto a la trinchera. Eso sí, previo pasó por el talego tras la operación Cuaresma, donde la Guardia Civil, que no para quieta, desvelo una super estafa piramidal donde se vieron implicados cientos de afectados. En ella, Javier Checa y su marido fueron acusados de dirigir un importante entramado empresarial con el que se realizaban cobros irregulares a empresas mediante estafa y coerción. En esta operación, la policía incautó 55 inmuebles, 48 vehículos, bloqueó cuentas corrientes con más 2 millones de euros y detuvo a más de 200 personas. Ahí es nada.
Estos días se le ha visto por Torremolinos, del brazo de Karmele Marchante, otra figura, donde ha puesto en marcha ExpoGays, un salón de turismo y ocio para ese colectivo. La idea no ha consistido solo en la clásica feria que pone en contacto a profesionales y airea empresas e iniciativas, sino que ha querido envolver a la vieja capital turística de la Costa del Sol en un auténtico espectáculo.
Una de las ideas más hermosas de este conglomerado ha tenido, sin embargo, a un protagonista insospechado, al ajedrez. En esos malos momentos en los que su cerebro estuvo a punto de rendirse, el arte de los peones y los alfiles se convirtió en el mejor aliado de Javier, convirtiéndose sus movimientos en la terapia que le sacó de la oscuridad de su mente. Una terapia que bien podría rescatar otras vidas, pero que nuestro país no practica.
Hoy, convencido de las bondades de un deporte que potencia la paciencia, la estrategia, la memoria, la concentración, el ingenio o la prudencia, ha insertado en su expo el I Campeonato de Europa Gay, con el patrocinio de sus empresas reservasgays.com y SBR Producciones, y con el apoyo incondicional de Juan Fernández, el alcalde de Linares, la capital ajedrecística de España. Quien haya ganado, en este caso el gran Maestro Internacional Ibarra, ha sido lo de menos. El torneo, con participación de heteros y homos, ha sido un éxito, su segunda edición asegurada, y su entrada en los circuitos de prestigio, muy probable. Su celebración ha coincidido con el reconocimiento en España a varios colectivos, el centro de rehabilitación del Algarrobico, por ejemplo, que están incluyendo al ajedrez entre sus terapias, con grandes resultados.
¿Y que tiene todo esto de especial? Mucho. España se ha convertido desde hace tiempo en un templo del ajedrez. Nuestro país alberga una de las listas más amplias y prestigiosas de torneos del mundo, pese a lo cual poseemos pocos jugadores de élite, poca presencia en los torneos mundiales y escaso uso de esta magnífica herramienta en nuestro sistema educativo. Ahora, al silencio y abandono de las autoridades se contrapone el empuje de colectivos vecinales, centros de drogodependientes y políticos que juegan a ser Jesús Gil.
Nada hay de malo en ello, todo lo contrario, quizá, incluso, lo que voy a deciros ahora es buenísimo. Pero todo esto, y muchos ejemplos más, huele a divorcio, entre una sociedad que va por su lado, y se ve obligada a crecer sola, y una cúspide política ajena a todo, como los alfiles, que orgullosos y altivos, nunca reparan en los peones que les circundan en el tablero, aunque sean la mayoría.